Latinoamérica ya genera cerca del 70% de su electricidad con fuentes renovables. Pero para sostener y superar ese nivel hacia 2030, necesita una infraestructura capaz de integrar energía limpia, redes modernas y almacenamiento de forma coordinada.

La transición energética en Latinoamérica avanza a paso firme.

Los números lo confirman: en 2024 la región instaló más de 23 GW de nueva capacidad renovable, y más del 80% de esa cifra provino de proyectos de energía solar fotovoltaica, según la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA). Esta cifra representa uno de los mayores crecimientos anuales registrados en la región y la consolida como un actor clave en la expansión solar a nivel global.

El cambio está en marcha, pero para que tenga éxito a largo plazo hace falta más que sumar megavatios de fuentes renovables. El desafío ahora es construir la infraestructura capaz de sostener y aprovechar esta nueva ola de energía limpia.

Según datos de IRENA y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para aprovechar plenamente el potencial de la generación renovable es fundamental realizar inversiones estratégicas en redes eléctricas, almacenamiento y modernización operativa. Sin estas inversiones la integración de energías renovables podría enfrentar importantes cuellos de botella que limitarían su capacidad efectiva y ralentizarían la transición energética.

Para evitar estas limitaciones y maximizar el uso de energías limpias, se estima que las inversiones globales en infraestructura energética deben aumentar significativamente, pasando de USD 1,77 billones en 2023 a un promedio anual de USD 4,8 billones entre 2024 y 2030, según la Agencia Internacional de Energía (AIE) y BloombergNEF.

Esto significa contar con redes eléctricas robustas e inteligentes, sistemas de almacenamiento a gran escala y soluciones innovadoras que aseguren un suministro estable y permitan un crecimiento sostenido de la matriz energética sobre bases sólidas.

Cada uno de estos componentes es vital: juntos forman la columna vertebral de una transición energética exitosa, garantizando que el crecimiento de las renovables se traduzca en energía limpia, confiable y accesible para la región.

Infraestructura: componentes que hacen posible la transición energética 

La transición energética requiere de seis elementos clave que trabajen en conjunto: redes eléctricas modernas, almacenamiento confiable, gestión digital, regulaciones claras con señales de inversión a largo plazo, cadenas de suministro sólidas y talento humano calificado.

Cada uno cumple un rol esencial. La red transporta, el almacenamiento estabiliza, la gestión digital optimiza, la regulación habilita, la cadena de suministro conecta y el talento ejecuta.

Explorar cómo funcionan —y por qué importan— permite entender qué hace posible una transición energética real y duradera en Latinoamérica.

Capacidad de red

  • ¿Por qué expandir la capacidad de red es clave para avanzar con más renovables?

La red eléctrica es el sistema circulatorio de toda transición energética. A medida que los proyectos de energía renovable crecen en escala y número, contar con una infraestructura capaz de trasladar esa energía hasta el consumidor final se vuelve una prioridad. Si la red no acompaña ese crecimiento, se limita el impacto de la inversión renovable.

En países como Brasil, la rápida expansión de la generación solar y eólica ha generado desafíos puntuales: en algunas zonas, las líneas de transmisión existentes operan cerca de su límite. Esto complica la conexión de nuevos proyectos, encarece los tiempos de desarrollo y reduce la eficiencia del sistema.

Colombia y Chile también han incrementado significativamente su gasto en redes en los últimos años, conscientes de que ampliar y modernizar esta infraestructura es un paso necesario para sostener el ritmo de adopción renovable.

En 2024, por ejemplo, la inversión global en redes se proyectó en USD 400 billones, según la Agencia Internacional de Energía. En Latinoamérica, ese crecimiento ya se siente. Desde 2021, la inversión regional casi se duplicó, con avances destacados en transmisión y distribución en los países líderes en energías limpias.

Además, soluciones behind-the-meter —como la instalación de generación y almacenamiento en sitio por parte de empresas o usuarios industriales— están ganando terreno como alternativa o complemento. Estas soluciones permiten reducir la presión sobre la red, acelerar la adopción de renovables y brindar mayor autonomía energética a sectores productivos clave.

  • ¿Qué tan preparada está Latinoamérica en tecnología de redes para una transición energética moderna?

Modernizar la red eléctrica no solo se trata de tender más cables; también implica dotarla de inteligencia. Las redes inteligentes, apoyadas en tecnologías de internet de las cosas (IoT), permiten integrar mejor fuentes intermitentes como la solar y la eólica, equilibrar la oferta y la demanda en tiempo real y responder con agilidad ante eventos inesperados.

Este tipo de redes se apoya en automatización, sensores, software de gestión y análisis de datos que permiten visualizar y operar el sistema eléctrico con precisión. ¿El resultado? Mayor eficiencia, menor vulnerabilidad y más control.

En Latinoamérica, todavía hay mucho margen de mejora. Según OLADE, las pérdidas eléctricas alcanzan el 15% de la oferta anual en la región. Reducir esa pérdida es una oportunidad para hacer más eficiente todo el sistema mediante la adopción de nuevas tecnologías.

Los medidores inteligentes y la gestión activa de cargas, por ejemplo, permiten detectar fugas de energía, sobrecargas o usos irregulares en tiempo real. Además, mejoran el aprovechamiento de la infraestructura instalada y ayudan a priorizar inversiones donde más se necesitan.

 Almacenamiento energético

  • ¿Por qué el almacenamiento energético marca la diferencia en la integración renovable?

Las fuentes renovables como el sol o el viento no están disponibles todo el tiempo. Por eso, el almacenamiento de energía se ha convertido en uno de los pilares técnicos más relevantes de la transición. Las baterías de ion-litio permiten guardar el excedente de generación durante las horas pico para liberarlo cuando baja la producción, estabilizando el sistema y garantizando continuidad.

El crecimiento del mercado global confirma la importancia que tiene este componente para la transición energética. En 2024 se instalaron 69 GW / 169 GWh de sistemas de almacenamiento en baterías (BESS), lo que representa un incremento interanual del 55%, según el informe anual de la Fundación Volta.

Solo en ese año, las nuevas instalaciones aportaron más del 45% de la capacidad acumulada global de almacenamiento energético. Hoy, el total acumulado alcanza los 160 GW / 363 GWh, y el 98% de esa capacidad corresponde a baterías de ion-litio.

Este crecimiento no solo responde a la necesidad técnica de estabilizar redes. También tiene un efecto económico: al permitir que las renovables operen de forma continua y predecible, el almacenamiento reduce su costo nivelado (LCOE) y acelera su adopción. Así, se genera un ciclo virtuoso: más almacenamiento hace más viables las renovables, y eso impulsa nuevas inversiones en tecnologías limpias.

Aunque la expansión está liderada por China y EE. UU., Latinoamérica también empieza a avanzar, aunque a menor ritmo. La penetración de BESS en la región es creciente, con Chile como líder y un aumento del 42% en instalaciones durante 2024, según un informe de Wood Mackenzie. Aun así, representa una fracción pequeña del total de capacidad energética, lo que evidencia un fuerte potencial de expansión hacia 2025 y más allá. Un ejemplo destacado es el proyecto BESS del Desierto, desarrollado por Atlas Renewable Energy en Chile: 200 MW de potencia y 800 MWh de capacidad, con un financiamiento de USD 289 millones. Este sistema es uno de los más grandes de Latinoamérica y muestra cómo el almacenamiento a gran escala permite capturar la energía del sol durante el día y usarla en la noche, dando continuidad y eficiencia a la energía renovable.

  • ¿Cómo contribuye el almacenamiento a la resiliencia del sistema eléctrico en Latinoamérica?

Más allá de la integración renovable, el almacenamiento fortalece la resiliencia energética frente a eventos climáticos extremos. En una región donde la generación hidroeléctrica tiene un peso estructural, la sequía es una amenaza directa al suministro.

Brasil lo vivió en 2021 con su peor sequía en un siglo, que redujo drásticamente la capacidad de sus embalses y desató una crisis energética. En 2024, Colombia también enfrentó niveles críticos en sus hidroeléctricas por la falta de lluvias. En escenarios así, contar con baterías permite cubrir déficits temporales y evitar racionamientos.

Además, el almacenamiento aporta seguridad frente a la volatilidad en la demanda. La energía de BESS del Desierto, por ejemplo, se utilizará para alimentar infraestructura de transporte eléctrico, lo que ayudará tanto a cubrir picos de consumo como a impulsar la descarbonización del sector movilidad en la región.

A medida que sectores como la industria y el transporte eléctrico aumentan su consumo, disponer de energía acumulada permite responder con rapidez y confiabilidad.

El reto ahora es cerrar una brecha de inversión significativa. Aunque la IEA proyectó que el mercado global superaría los USD 50.000 millones en inversión en almacenamiento en 2024, los países emergentes—incluyendo los de Latinoamérica— aún invierten muy poco: apenas un centavo por cada dólar que destinan las economías avanzadas.

Superar esa disparidad requiere políticas activas, incentivos financieros e innovación en modelos de negocio.

 Tecnología operativa

  • ¿Por qué los sistemas de gestión avanzados son esenciales para integrar más renovables?

A medida que las redes eléctricas incorporan una creciente cantidad de fuentes renovables distribuidas, la operación eficiente y segura del sistema depende cada vez más de una infraestructura tecnológica inteligente.

Los sistemas SCADA modernos, sensores inteligentes y algoritmos de inteligencia artificial permiten monitorear y ajustar la operación de la red segundo a segundo, anticipando variaciones en la generación y la demanda.

Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), la digitalización de las redes eléctricas es esencial para integrar altos niveles de energías renovables y mantener la estabilidad del sistema.

Además, la flexibilidad operativa que brindan estas tecnologías permite responder con rapidez a eventos imprevistos, evitar sobrecargas y optimizar el uso de la infraestructura existente, aumentando la eficiencia general del sistema eléctrico.

  • ¿Cómo fortalece la infraestructura digital el rol de las empresas en la transición energética?

La digitalización es mucho más que eficiencia operativa. También se ha convertido en un componente estructural de la infraestructura energética moderna. Mediante sensores, software especializado y análisis de datos en tiempo real, permite gestionar la energía de forma más flexible, segura y descentralizada.

Los medidores inteligentes y los sistemas de gestión de demanda brindan a las empresas la capacidad de adaptar su consumo en función de la disponibilidad de renovables, reduciendo costos y aplanando picos de demanda. En sectores electrointensivos, esta capacidad es clave para mantener la competitividad sin comprometer la sostenibilidad.

Ya hay ejemplos en marcha en varios países de la región: tarifas dinámicas, programas de respuesta a la demanda y automatización de cargas están empezando a transformar la relación entre consumo y generación. Esta bidireccionalidad convierte a los grandes consumidores en actores activos del sistema eléctrico, capaces de contribuir con flexibilidad y estabilidad.

Además, la digitalización facilita el despliegue de tecnologías emergentes como microrredes en zonas industriales o flotas de vehículos eléctricos con capacidad de inyección a la red (vehicle-to-grid). Todo esto requiere plataformas digitales robustas, inversiones en infraestructura de datos y capacidades técnicas alineadas con esta nueva dinámica.

Empresas como Atlas Renewable Energy también están aprovechando la digitalización para optimizar sus proyectos. Desarrollos como Estepa, combinan hardware de última generación (como paneles bifaciales y almacenamiento) con sistemas inteligentes que permiten una gestión dinámica de la energía, mejorando la eficiencia operativa y facilitando la integración renovable en tiempo real.

Regulaciones

  • ¿Por qué las inversiones en renovables necesitan un marco regulatorio claro?

La transición energética solo avanza con reglas claras. Las inversiones en generación limpia, redes y almacenamiento —en gran parte provenientes del sector privado— dependen de permisos definidos, acceso transparente a la red, mecanismos de remuneración estables y lo más importante, regulaciones que den señales de inversión a largo plazo.

Contar con metas nacionales respaldadas por la ley da señales claras a largo plazo. Chile, por ejemplo, busca que el 70% de su matriz provenga de fuentes renovables al 2030 y alcanzar la neutralidad en carbono al 2050. Colombia apunta a reducir en un 51% sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) al 2030 y ser neutral en carbono en 2050. Estos objetivos envían una señal directa a los inversionistas sobre la seriedad y el compromiso de ambos países.

Además, políticas concretas como subastas competitivas, tarifas de alimentación o contratos de compraventa de energía (PPA) han demostrado ser efectivas para dinamizar el mercado.

Las subastas públicas han permitido reducir el costo de la energía renovable gracias a la competencia, mientras que las tarifas de alimentación aseguran precios fijos que dan viabilidad financiera a proyectos pequeños o en zonas no interconectadas. Los PPA, por su parte, han facilitado el ingreso de grandes consumidores al mercado, reduciendo su exposición a la volatilidad de precios y favoreciendo inversiones de largo plazo.

Durante la última década, estos mecanismos ayudaron a bajar costos y atraer empresas en toda la región. Hoy, muchos mercados evolucionan hacia esquemas más flexibles —como contratos bilaterales— que también requieren marcos legales robustos.

Por ejemplo, en 2025 México aprobó una ley que limita a los generadores privados al 46% del mercado para fortalecer el papel del Estado. Al mismo tiempo, incluyó reglas más claras para dar estabilidad legal. Este tipo de reformas muestran cómo las leyes pueden influir en la confianza de las empresas y en la velocidad con la que avanza la transición energética.

Además, la hibridación, que combina generación solar con almacenamiento, lleva la infraestructura un paso más allá.

Proyectos como Estepa (Chile), que une 215 MW fotovoltaicos con 418 MW de almacenamiento para garantizar suministro continuo, o Draco (Brasil), un complejo solar que integra generación y conexión robusta a la red mediante subestación y línea de transmisión, son ejemplos clave de sistemas híbridos. Estas soluciones ofrecen energía renovable estable y continua.

 Cadena de suministro

  • ¿Por qué una cadena de suministro confiable es clave para acelerar la transición energética?

La transición energética necesita equipos listos, materiales disponibles y logística que funcione. Desde paneles solares hasta baterías o turbinas, todo depende de una cadena de suministro que responda con agilidad.

Los últimos años dejaron claro cuán vulnerable puede ser el sistema. La pandemia, los conflictos geopolíticos y la escasez de semiconductores generaron cuellos de botella, demoras e incrementos de costos en tecnologías limpias. A partir de 2023, parte de esa presión comenzó a ceder: los precios de los paneles solares bajaron cerca de un 30% y también retrocedieron los de minerales clave como el litio o el cobalto.

Sin embargo, persisten riesgos estructurales. Hoy, gran parte de la fabricación de tecnologías limpias está concentrada en pocas regiones. Asia domina la producción de paneles y baterías, y eso deja a otros mercados expuestos a interrupciones o tensiones comerciales.

Por eso, varios países están tomando medidas: buscan atraer fábricas y fortalecer la manufactura local para reducir la dependencia. Al mismo tiempo, expertos advierten que no se trata de romper cadenas globales, sino de diversificar fuentes y asegurar inventarios estratégicos. La resiliencia no es aislarse, es prepararse para responder rápido.

  • ¿Cómo fortalece la cadena de suministro regional la infraestructura para la transición energética?

Latinoamérica no es solo consumidora de tecnologías limpias. También puede ser proveedora clave de recursos, procesamiento y manufactura para la transición energética global.

Chile, Argentina y Perú concentran grandes reservas de litio y cobre, minerales críticos para baterías, motores eléctricos y redes. Brasil ya cuenta con ensambladoras de aerogeneradores y fabricantes solares, y México tiene la capacidad industrial para integrarse a las cadenas norteamericanas con vehículos eléctricos o paneles.

La región tiene la oportunidad de agregar valor y no solo exportar materias primas. Desarrollar industria local —procesamiento, fabricación de componentes, ensamblaje— puede reducir la dependencia externa, crear empleo y generar encadenamientos productivos que refuercen la infraestructura energética de forma integral.

Pero aprovechar ese rol requiere más que recursos. Hace falta infraestructura logística: puertos, rutas, talleres especializados, además de políticas que atraigan inversión industrial y acompañen el crecimiento con estándares técnicos y ambientales claros.

Por otra parte, Latinoamérica puede liderar en otro frente: el de la sostenibilidad de la cadena de suministro. La región tiene la posibilidad de posicionarse como un referente en minería responsable, con estándares sociales y ambientales sólidos, y avanzar hacia una economía circular que recicle baterías, paneles y otros equipos al final de su vida útil.

Talento humano

  • ¿Por qué el talento humano es un pilar estratégico en la transición energética?

La transición energética también depende de personas preparadas para implementarla. Sin instaladores, técnicos, ingenieros y operadores capacitados, no hay paneles ni turbinas que funcionen, ni redes que se gestionen.

Hoy ya existe una brecha de habilidades: faltan instaladores certificados, ingenieros con experiencia en energía renovable y personal técnico especializado. Esto frena proyectos y retrasa metas.

Pero también hay una gran oportunidad. Solo en 2023, los empleos en energías renovables crecieron 18% a nivel mundial, alcanzando los 16,2 millones, según IRENA.  Latinoamérica ya empieza a destacarse: Brasil, por ejemplo, suma más de 1,5 millones de empleos verdes.

Lo más importante es formar talento local. Hace falta capacitar técnicos en instalación solar, actualizar carreras universitarias con temas como redes inteligentes y baterías, y ofrecer opciones para que quienes vienen de otros sectores puedan reconvertirse.

  • ¿Cómo puede Latinoamérica cerrar la brecha de talento en energías limpias?

La región tiene el potencial humano, pero necesita mecanismos concretos de formación y capacitación. Hay que escalar esfuerzos, alinear a empresas, gobiernos y centros educativos, e invertir en programas que conecten a las personas con los nuevos empleos en la industria.

Un buen ejemplo es la iniciativa We Are Part of the Same Energy, impulsada por Atlas Renewable Energy, que ofrece capacitación técnica a comunidades locales, uniendo inclusión con desarrollo energético. Estos programas no solo enseñan, también generan empleo y fortalecen el orgullo en la comunidad.

También es clave abrir más espacios para mujeres en el sector y fomentar la formación continua, porque las tecnologías avanzan rápido y estar al día ya no es opcional.

La transición energética solo será justa y exitosa si viene acompañada de una transformación en el empleo. Contar con talento capacitado no es un valor agregado, es lo que garantiza que los parques solares operen, que las redes funcionen y que la región avance hacia un futuro energético sostenible.

Infraestructura con propósito: el motor detrás de la transición energética

La transición energética en Latinoamérica no depende solo de sumar capacidad renovable. También depende de construir una infraestructura sólida, integrada y con visión de largo plazo.

Redes modernas, almacenamiento confiable, sistemas digitales, marcos regulatorios estables, cadenas de suministro estratégicas y talento calificado no son piezas aisladas: forman un ecosistema que permite avanzar con resiliencia y propósito.

Colombia, México, Chile y Brasil ya muestran que es posible combinar recursos naturales con decisiones estratégicas. En este camino, actores como Atlas Renewable Energy aportan experiencia, innovación y colaboración directa con gobiernos y comunidades.

El reto está claro, también la oportunidad. Si se integran bien estos elementos, la región no solo avanzará en la transición energética, sino que lo hará con resiliencia, propósito y liderazgo.


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Este artículo fue creado en colaboración con Castleberry Media. En Castleberry Media, estamos dedicados a la sostenibilidad ambiental. Al comprar certificados de carbono para la plantación de árboles, combatimos activamente la deforestación y compensamos nuestras emisiones de CO₂ tres veces más.

La transición energética requiere más que la instalación de paneles solares o turbinas eólicas: exige un nuevo modelo de negocio. Atlas Renewable Energy está estableciendo un estándar para la industria al integrar principios de sostenibilidad en cada etapa del desarrollo, desde la selección del sitio hasta el compromiso de los proveedores.

En zonas remotas de América Latina, las obras de construcción de plantas solares se están convirtiendo en centros inesperados de transformación social. Mujeres que nunca habían participado en el mercado laboral formal están adquiriendo competencias técnicas, operando maquinaria pesada y generando ingresos que sostienen a sus familias. Simultáneamente, se están restaurando terrenos degradados gracias a la plantación de miles de especies nativas, mientras que cines móviles impulsados por energía solar llevan educación y entretenimiento a las comunidades.

No se trata de proyectos simbólicos ni de iniciativas desconectadas. Son componentes integrales del desarrollo de energía renovable que demuestran qué ocurre cuando las empresas consideran los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) como estrategia empresarial central en lugar de simples obligaciones de cumplimiento normativo.

Desarrollar capital humano en las nuevas fronteras energéticas

En toda América Latina, en regiones rurales donde las oportunidades de empleo formal han sido históricamente limitadas, los programas integrales de capacitación laboral están abriendo vías hacia la independencia económica, fortaleciendo simultáneamente la fuerza laboral calificada que demanda la transición energética.

“Contamos con un portafolio consolidado de iniciativas socioambientales capaces de abordar directamente las diversas necesidades locales”, explica Raquel Azevedo, Gerente Senior Global de Sostenibilidad en Atlas Renewable Energy. “Un ejemplo verdaderamente emblemático es nuestro Programa de Empleabilidad Femenina. Se implementa en todos nuestros proyectos, independientemente de su ubicación, y lo adaptamos a las características y aprendizajes de cada territorio.”

Desde 2019, este programa ha capacitado a más de 1.500 mujeres, abriéndoles nuevas oportunidades laborales en áreas relacionadas con la construcción de plantas solares. Su objetivo principal es incrementar la participación femenina en el sector al pasar del 2%, que es el promedio en la industria, al 15%, una meta ya superada en un proyecto donde las mujeres representaron un 22% de la fuerza laboral en la obra. El éxito de esta iniciativa responde a un doble imperativo: cerrar la brecha de género en el empleo de energías renovables y desarrollar capacidades locales que reduzcan la dependencia de los proyectos en la mano de obra fuera de la región.

Invertir en el desarrollo sistemático de capacidades también genera operaciones más seguras y eficientes. En 2024, Atlas impartió 5.986 horas de formación en seis países, con más de 1.500 personas capacitadas como líderes en seguridad y salud, lo que resultó en una reducción del 29% en incidentes reportables.

Desarrollar en alianza con la comunidad

Los proyectos de infraestructura en zonas remotas enfrentan desafíos previsibles como retrasos regulatorios, oposición local, interrupciones operativas y riesgos reputacionales. Los enfoques tradicionales suelen tratar las relaciones comunitarias como un requisito de cumplimiento: realizar las consultas exigidas, desembolsar las compensaciones cuando sea obligatorio y esperar que la interferencia sea mínima.

Atlas Renewable Energy eligió una ruta distinta: una genuina participación comunitaria, diseñada para catalizar un desarrollo social y económico más amplio en regiones históricamente desatendidas.

“El canal de comunicación abierto que Atlas implementa en cada proyecto refleja la evolución en la relación entre el desarrollo de energías renovables y las comunidades locales. Lo que inicialmente eran informaciones sobre polvo y tráfico, con el tiempo se fueron transformando en conversaciones sobre iniciativas sociales y objetivos de desarrollo compartido”, explica Azevedo.

“Queremos demostrar, no solo a las comunidades sino también a los equipos de los proyectos, que estamos presentes y dispuestos a escuchar, trabajar en conjunto y entender lo que desean comunicarnos”, añade.

En 2024, los programas sociales de Atlas beneficiaron a más de 14.000 personas y generaron más de 5.200 empleos. El programa Energizar para Transformar mejoró la calidad de vida de más de 300 personas mediante la rehabilitación de pozos artesianos, resolviendo problemas críticos de acceso al agua en comunidades rurales. Al mismo tiempo, la iniciativa CineSolar llevó un cine móvil alimentado con energía solar a más de 5.000 estudiantes, combinando entretenimiento con educación sobre energía renovable y gestión ambiental.

Estos programas representan un cambio fundamental: en lugar de tratar a las comunidades como grupos de interés que deben ser gestionados, las reconocen como socios estratégicos en la transición energética, generando valor compartido que perdura mucho más allá de la fase de construcción.

Elevar los estándares de la industria mediante el desarrollo colaborativo

Las prácticas sostenibles implementadas por empresas individuales son insuficientes para generar una transformación sistémica. El enfoque de Atlas hacia sus relaciones con proveedores demuestra cómo los estándares ESG integrales pueden propagarse a través de las cadenas de valor, creando efectos multiplicadores que fortalecen todo el ecosistema de energía renovable.

“Nuestra visión en todos los segmentos del mercado es posicionarnos como el mejor socio para clientes y aliados —no solo en la transición energética, sino también para desarrollar capacidades conjuntas— las nuestras y las suyas— que permitan alcanzar objetivos que beneficien al planeta, a los negocios y a la gente”, explica Azevedo.

En lugar de limitarse a auditar el cumplimiento normativo de los proveedores, Atlas invierte en el desarrollo de sus capacidades mediante planes de acción personalizados. El impacto trasciende los socios directos: cuando los desarrolladores de energía renovable exigen criterios sociales y ambientales rigurosos para todos los contratistas principales, estos estándares se difunden por los sectores de construcción e infraestructura. A lo largo de la cadena de valor, los proveedores invierten en capacitación, mejoran sus prácticas operativas e implementan mecanismos de información para mantener la competitividad.

El resultado es una mejora gradual pero sistemática en cómo se construye la infraestructura de energía renovable.

Hacer tangible la transición energética

Los beneficios en reducción de carbono de la energía renovable son ampliamente reconocidos. Solo en 2024, los proyectos de Atlas evitaron más de 716.000 toneladas de emisiones de CO₂ mientras generaban 5,1 GWh de energía limpia, suficiente para abastecer a 1,4 millones de hogares. Sin embargo, en regiones donde la sequía y la degradación del suelo son realidades cotidianas, la conexión entre paneles solares o aerogeneradores y la salud del ecosistema local suele percibirse como más abstracta que tangible.

“Estas son tecnologías nuevas para muchas personas, especialmente en zonas remotas o menos familiarizadas con las energías renovables”, explica Azevedo.

Para superar este desafío de percepción, Atlas Renewable Energy se enfoca en la restauración práctica de ecosistemas, que las comunidades pueden observar y comprender. En 2024, la compañía reforestó 985 hectáreas y plantó casi 21.000 especies nativas, demostrando que el desarrollo de la energía renovable puede ir más allá de la generación eléctrica.

La resiliencia financiera como resultado natural

Las empresas que demuestran sólidos principios ambientales, sociales y de gobernanza tienden a exhibir menores riesgos operativos, relaciones más robustas con los grupos de interés y mejor cumplimiento regulatorio, factores que impactan directamente en el desempeño financiero de proyectos con una duración de varias décadas.

La trayectoria de Atlas ilustra esta dinámica. La compañía obtuvo más de US$2.000 millones en recursos financieros en 2024, mientras invertía US$41,9 millones en desarrollo de energías renovables y US$500.000 en investigación e innovación.

“No se trata únicamente de sostenibilidad; nuestra forma de actuar como empresa es lo que nos abre las puertas”, reflexiona Azevedo. “Nos ha abierto oportunidades en distintos mercados, bien sea en innovación, financiamiento o tecnología.”

Los resultados financieros son una consecuencia natural cuando la sostenibilidad se integra en nuestra forma de trabajar. Los programas de capacitación empoderan al talento y crean entornos laborales más seguros y eficientes. Las alianzas comunitarias amplían oportunidades y fortalecen la confianza. El desarrollo de capacidades entre proveedores impulsa toda la cadena de valor. En conjunto, estas acciones incrementan la resiliencia de los proyectos y, por tanto, su atractivo para inversionistas y socios estratégicos.

“Generamos relaciones más sólidas cuando hablamos abiertamente de los desafíos y de lo que estamos trabajando para mejorar, en lugar de retener información y parecer menos transparentes”, señala Azevedo.

Hacer negocios sostenibles por principio

“No concibo la sostenibilidad como un departamento; es la forma en que se hacen los negocios”, recalca Azevedo. “Somos una empresa sostenible: trabajamos en la transición energética. Pero cualquier organización puede ser sostenible: en sus procesos, en la forma en que establece alianzas, en cómo desarrolla capacidades y en cómo trata a su talento.”

Esta perspectiva explica por qué las prácticas de sostenibilidad de Atlas generan ventajas competitivas sistemáticas, más que gastos de cumplimiento. Cuando las consideraciones ambientales guían las decisiones sobre la ubicación de proyectos, cuando la participación comunitaria da forma a los programas sociales y cuando el desarrollo de los proveedores influye en las decisiones de adquisición, la sostenibilidad se convierte en parte integral de la eficiencia operativa, en lugar de ser una carga adicional.

“Siempre me sorprende, al cierre de cada ciclo de reporte, constatar cuánto hemos logrado en un año”, reflexiona Azevedo.

Con evidencias que abarcan múltiples dimensiones, el Informe de Sostenibilidad 2024 de Atlas demuestra qué ocurre cuando los principios ambientales, sociales y de gobernanza se convierten en parte fundamental del funcionamiento de la empresa: proyectos de energía renovable que las comunidades acogen con entusiasmo, los equipos construyen con orgullo, los proveedores cumplen de forma constante y los inversionistas financian con confianza.


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Tener una estrategia energética clara es clave al iniciar operaciones en Latinoamérica. Explora las oportunidades de la región y por qué el contexto local importa para tomar decisiones informadas.

En el contexto global actual, América Latina constituye una región con alto potencial para la expansión empresarial. Su matriz energética diversa y en transformación ofrece oportunidades reales para quienes planifican con visión.

Hoy, alrededor del 70 % de la electricidad en la región proviene de fuentes renovables —más del doble del promedio mundial, según OLADE (Organización Latinoamericana de Energía)—, y las proyecciones de organismos como la IEA e IRENA indican que la mayor parte de la nueva capacidad eléctrica que se instalará de aquí a 2030 estará impulsada por tecnologías como la solar y la eólica.

A la vez, la demanda eléctrica seguirá creciendo. Según el Latin America Energy Outlook 2023 publicado por la Agencia Internacional de Energía (AIE), se proyecta un aumento del 90  % al 2050 bajo políticas actuales, y hasta del 180  % si se cumplen los compromisos de descarbonización.

Esto casi duplicará el peso de la electricidad en el consumo final de energía —pasando de cerca del 19 % al 36 % hacia 2050 en el escenario de carbono neutral de OLADE— y pondrá una presión creciente sobre las redes. Según las proyecciones más recientes del Energy Outlook 2024 de OLADE, la región tendría que sumar del orden de 1.500 GW de capacidad renovable adicional para 2050 para alcanzar matrices con más de 80 % de generación limpia.

Este dinamismo plantea una oportunidad clara, pero también una exigencia: anticipar la demanda energética, entender los contrastes regulatorios y evaluar cómo asegurar un suministro competitivo y estable en cada mercado. De modo que la estrategia energética no es solo un aspecto técnico, sino un factor decisivo para crecer con éxito en Latinoamérica.

Desafios energéticos en Latinoamérica que exigen planificación estratégica

La volatilidad de precios y la desigualdad regulatoria son dos riesgos clave. Ignorarlos implica sobrecostos, retrasos y decisiones equivocadas.

  • Precios volátiles y tarifas complejas

Aunque la inflación energética anual en la región fue de solo el 1,51  % en 2024, según OLADE, ese dato promedio esconde realidades locales más desafiantes.

En Colombia, por ejemplo, empresas electrointensivas enfrentaron aumentos de hasta el 32  % en sus tarifas, con un promedio nacional cercano al 20  %, según un estudio de la start-up Energy Master, citado por Forbes.

Este aumento se relaciona con la baja en los embalses hidroeléctricos —que aportan el 74,2  % de la energía del país— debido al fenómeno de El Niño. La disminución en la generación obligó a activar plantas térmicas más costosas y con mayores emisiones.

Este tipo de exposición a variables climáticas y operativas obliga a buscar estabilidad en el suministro. Los contratos de compraventa de energía a largo plazo (PPA) ofrecen una solución efectiva. Según Grant Thornton, los PPA permiten a las empresas asegurar energía limpia a precios fijos, reducir su exposición al riesgo y planificar con mayor certidumbre, una ventaja clave en entornos de alta volatilidad.

  • Diversidad normativa

El segundo gran desafío es la comprensión del contexto cultural, político y las normativas de cada país. Cada uno avanza con ritmos, prioridades y modelos distintos. Esta diversidad es un factor estructural que debe integrarse desde el inicio en cualquier estrategia energética regional. 

Mientras algunos países de la región operan con marcos regulatorios abiertos a la inversión privada, otras otorgan un rol prioritario al Estado. Además, las energías no convencionales no reciben el mismo nivel de impulso normativo en toda Latinoamérica, lo que afecta tanto la velocidad de desarrollo como los incentivos disponibles.

Colombia, por ejemplo, cuenta con un marco legal que ha favorecido la integración de fuentes no convencionales mediante la Ley 1715 y otras normativas complementarias. Aunque estas regulaciones han avanzado, aún enfrentan retos, como el requisito de consulta previa y la falta de coordinación entre el Gobierno, las comunidades, las autoridades y las empresas generadoras, lo que puede retrasar las iniciativas y aumentar su complejidad.

En el caso de México, el panorama está evolucionando. En el pasado, el marco regulatorio fue más restrictivo y con menor apertura a la inversión privada que Colombia, pero en los últimos años el país ha impulsado nuevas apuestas regulatorias orientadas a trabajar con la industria y atraer proyectos estratégicos.

Para 2030, por ejemplo, México busca sumar 29 GW de capacidad limpia y movilizar más de USD 22 000 millones en inversiones. Además de responder a compromisos de reducción de emisiones, estas acciones apuntan a cubrir la creciente demanda energética derivada del nearshoring, garantizando un suministro más competitivo y estable.

Y en países como Brasil y Chile encontramos panoramas regulatorios más avanzados pero con desafios propios de una industria avanzada. Comprender estos marcos normativos permite a las empresas identificar riesgos, aprovechar incentivos locales y alinear su estrategia energética con las condiciones de cada país.

La transición energética como pilar de disponibilidad y confiabilidad para empresas en expansión

En América Latina, la transición energética busca avanzar de forma equilibrada en sus tres dimensiones clave: económica, social y ambiental. El objetivo es garantizar una transformación que no solo impulse el cambio energético, sino que también promueva el desarrollo y la competitividad empresarial.

La creciente adopción de fuentes renovables no convencionales, como la solar y la eólica, ha mejorado la estabilidad del suministro eléctrico en la región, proporcionando a las empresas una base sólida para sus operaciones.

Un ejemplo destacado es el proyecto solar Boa Sorte de Atlas Renewable Energy en Brasil. Ubicado en el estado de Minas Gerais, este complejo solar tiene una capacidad instalada de 438 MW y suministrará energía renovable a Albras, el mayor productor de aluminio primario de Brasil.

A través de un contrato de compra de energía (PPA) de 20 años, se espera que el proyecto proporcione aproximadamente el 12 % del consumo energético anual de Albras, equivalente a 815 GWh por año. Además, se estima que evitará la emisión de más de 61.000 toneladas de CO₂ anualmente.

De manera similar, en México, el auge del nearshoring ha incrementado la demanda energética, impulsando a industrias como la manufactura, la tecnología y la minería a planificar con anticipación su abastecimiento.

En este contexto, el proyecto solar La Pimienta, desarrollado por Atlas en el estado de Campeche, se posiciona como una solución estratégica. Con una capacidad de 315 MW, es la segunda planta solar más grande del país y suministra energía limpia a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) bajo un contrato de 15 años.

Este acuerdo fortalece la oferta energética en la península de Yucatán, lo que a su vez favorece la estabilidad de los precios. 

Estos casos muestran cómo la integración de soluciones energéticas renovables, con una lectura estratégica del entorno y alianzas adecuadas, permite avanzar hacia un suministro más confiable y sostenible. Esto no solo reduce riesgos, también potencia la competitividad de las empresas que operan en mercados latinoamericanos en expansión.

El horizonte energético: tendencias que darán forma al panorama latinoamericano

Las empresas que proyectan su expansión en Latinoamérica necesitan mantenerse actualizadas frente a las dinámicas energéticas que están redefiniendo la infraestructura y la operación industrial en la región.

Comprender estos cambios permite adaptarse con agilidad y aplicar soluciones innovadoras en un entorno competitivo y en transformación constante

Uso de sistemas BESS: respaldo estratégico para industrias críticas

El almacenamiento de energía mediante sistemas BESS se está consolidando como una solución clave para garantizar la continuidad operativa en sectores industriales con alta demanda energética.

Un ejemplo destacado es el acuerdo entre Atlas Renewable Energy y Codelco en Chile, mediante el cual Atlas suministrará 375 GWh anuales de energía no convencional respaldada por un sistema de almacenamiento con baterías. Este proyecto garantiza suministro continuo incluso en horas pico o ante fallos en la red, asegurando operaciones críticas sin interrupciones.

Modelos de descentralización energética para ampliar cobertura en zonas remotas

En Latinoamérica, la descentralización energética comienza a tomar fuerza como alternativa frente a las limitaciones de infraestructura de transmisión. Si bien la generación distribuida ofrece beneficios concretos —como mayor autonomía y menor exposición a cortes—, también plantea desafíos en su implementación técnica, sostenibilidad económica y gobernanza local.

Un caso relevante es el de Colombia, donde el programa de Comunidades Energéticas permite a poblaciones no interconectadas generar, gestionar y consumir su propia energía renovable. Este modelo promueve un acceso más equitativo y directo a la electricidad, especialmente en regiones aisladas, y abre oportunidades para desarrollar nuevos mercados energéticos.

Sin embargo, su éxito depende de factores clave como capacidades organizativas locales, mecanismos de financiamiento adecuados y soporte técnico sostenido. Estos proyectos marcan una tendencia en expansión que puede escalarse y replicarse en otros países de la región, siempre que se adapten al contexto cultural, social y geográfico de cada comunidad.

Digitalización y gestión inteligente de la demanda

En América Latina, las tecnologías digitales aplicadas a la energía se están convirtiendo en una herramienta clave para mejorar la operación industrial. El uso de plataformas inteligentes, que permiten monitorear el consumo en tiempo real y anticipar patrones de demanda, ayuda a las empresas a ajustar su uso energético, reducir desperdicios y optimizar sus costos sin comprometer la productividad.

Por ejemplo, la implementación de sistemas de gestión de energía (SGE) en el sector industrial ha logrado reducir el consumo energético entre un 10 % y un 40 %, según el Observatorio de Sistemas de Gestión de la Energía de América Latina y el Caribe.

Estos avances no solo optimizan el uso de la energía, sino que también mejoran la sostenibilidad y la competitividad de las empresas en el mercado global.

No obstante, todavía hay una deuda pendiente en el fortalecimiento de los sistemas de transmisión eléctrica. A pesar del progreso en generación y consumo, muchas economías latinoamericanas enfrentan cuellos de botella en la infraestructura de transporte de energía, lo que limita el alcance y efectividad de la digitalización energética. Desarrollar redes más resilientes y confiables es un paso clave para consolidar esta evolución.

Claves para expandirse con ventaja energética en Latinoamérica

Poner la energía en el centro desde el inicio es una ventaja estratégica para cualquier empresa electrointensiva que quiera crecer con eficiencia operativa, control de costos y estabilidad en el suministro.

Estos son los aprendizajes clave que los tomadores de decisión deben tener en cuenta:

  • Iniciar con la energía en el centro: al planificar la entrada a cualquiera de los mercados latinoamericanos, evalúa desde el inicio qué fuentes locales tienes disponible, si hay potencial para renovables no convencionales in situ y qué aliados estratégicos pueden ayudarte a desarrollar soluciones a medida.
  • Aprovechar el impulso de la transición energética: varios países en la región ofrecen incentivos e infraestructura para proyectos limpios. Además, integrar energías no convencionales desde el inicio puede traducirse en menores costos operativos a mediano plazo, especialmente en el precio de insumos energéticos. Una estrategia con enfoque en transición energética abre la puerta a financiamiento y apoyo estatal.
  • Planificar pensando en resiliencia y competitividad: la energía no es un commodity más en el presupuesto, sino una decisión estratégica. Un contrato a 15 o 20 años o una planta propia requieren inversión, pero garantizan estabilidad frente a precios volátiles y fallos de red. Esa previsión marca distancia frente a competidores menos preparados.

Planificar la energía desde el inicio asegura un suministro confiable, competitivo y alineado con tus metas de sostenibilidad. El resultado: menores costos, más resiliencia y una posición líder en tu sector.


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Este artículo fue creado en colaboración con Castleberry Media. En Castleberry Media, estamos dedicados a la sostenibilidad ambiental. Al comprar certificados de carbono para la plantación de árboles, combatimos activamente la deforestación y compensamos nuestras emisiones de CO₂ tres veces más.

Chile produce más del 25 % del cobre mundial y lidera en la producción de litio, pero para seguir exportando a Europa necesita una cadena de valor limpia, trazable y sostenible. La transición energética es la clave.

La minería es uno de los pilares fundamentales de la economía chilena. En 2023, representó el 12 % del PIB y posiciona al país como líder mundial en producción de cobre.

Para 2025, se espera una producción total de 5,73 millones de toneladas, unas 325.000 más que en 2024, lo que equivale al 24,5 % del total global, según el Informe de Tendencias del Mercado del Cobre de Cochilco. Chile también se consolidó en 2024 como el mayor productor de litio a nivel mundial.

La relación con Europa es clave. El continente es un socio comercial importante, puesto que es un destino estratégico para las exportaciones chilenas, especialmente de minerales críticos como el cobre y el litio.

En el mismo sentido, Europa reconoce a América Latina como un socio estratégico para asegurar el suministro estable de minerales críticos. La región concentra el 61 % de las reservas mundiales de litio, el 45 % de cobre y el 24 % de grafito natural, según datos de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) y del Servicio Geológico de los Estados Unidos.

Sin embargo, el escenario internacional ha cambiado. Con la entrada en vigor en 2024 de regulaciones europeas como la Ley de Materias Primas Fundamentales (Critical Raw Materials Act, CRMA) y el Reglamento de Baterías, el acceso al mercado europeo de minerales dejó de depender solo del volumen o la calidad. Hoy exige trazabilidad, sostenibilidad y una huella de carbono controlada.

En este contexto, comenzar la transición energética es una decisión estratégica que permite a las empresas cumplir con las nuevas exigencias, consolidar relaciones comerciales y reforzar el posicionamiento de Chile como proveedor confiable de minerales críticos en el nuevo orden industrial.

Europa cambia las reglas: ¿Está Chile preparado?

La Unión Europea ha endurecido sus requisitos para el comercio de materias primas críticas, clave en su transición energética y tecnológica. Para reducir su dependencia de terceros países, desde 2024 rigen nuevas normativas que reordenan las condiciones de acceso al mercado, especialmente en sectores como la minería y la fabricación de baterías.

Ambas normativas apuntan a asegurar un suministro seguro, sostenible y trazable de minerales estratégicos como el cobre, el litio y el níquel, elevando los estándares ambientales y sociales en toda la cadena de valor.

La CRMA fija metas concretas para 2030:

  • Al menos el 10 % de las materias primas críticas debe extraerse dentro del territorio europeo.
  • El 40 % del procesamiento debe realizarse en suelo comunitario.
  • El 25 % debe provenir de materiales reciclados.
  • Ningún tercer país podrá concentrar más del 65 % del suministro de una misma materia prima.

Para países como Chile, esto implica un cambio de exigencias. Las empresas exportadoras deberán demostrar prácticas responsables, trazabilidad en toda la cadena de suministro y una reducción comprobable de su impacto ambiental si quieren seguir siendo actores clave en el mercado europeo.

Por su parte, el Reglamento de Baterías —aprobado en julio de 2023 y con entrada en vigor progresiva desde 2024— endurece las condiciones para comercializar baterías en Europa:

  • Desde 2025, los fabricantes estarán obligados a declarar la huella de carbono de sus productos.
  • A partir de 2027, deberán cumplir con límites máximos de emisiones por batería.
  • Se establecen porcentajes mínimos de contenido reciclado de litio, cobalto, níquel y plomo.

Estas medidas no solo impactan a los fabricantes. También alcanzan a los proveedores de materias primas, como las minas de litio y cobre en Chile, que deberán acreditar el cumplimiento ambiental desde el origen del producto.

La señal es clara: Europa exige más sostenibilidad, responsabilidad y trazabilidad en las cadenas de suministro. Para la industria minera en Chile, adaptarse a este nuevo entorno regulatorio no es opcional. Acelerar la transición hacia modelos de producción más limpios y socialmente responsables será clave para seguir compitiendo a escala global.

El desafío de la minería latinoamericana

La presión sobre la industria minera no proviene de un solo frente. Por un lado, la demanda global de minerales como el cobre, el litio y el níquel se dispara, impulsada por la transición energética. Por otro, los costos operativos aumentan y los estándares internacionales son cada vez más estrictos en materia ambiental, social y de trazabilidad.

En este contexto, el sector tiene varios desafíos, entre ellos mantener la competitividad y reducir su huella ambiental.

1. Competitividad en riesgo

En Chile, más del 50 % de la producción de cobre se ubica en el cuartil más alto de costos a nivel mundial. Esto significa que muchas operaciones están perdiendo terreno frente a nuevos proyectos que operan con estructuras más competitivas, como los que avanzan en Perú o la República Democrática del Congo.

Para recuperar terreno y atraer inversiones, la eficiencia energética es clave. Invertir en soluciones como la implementación de energías renovables (solar, eólica o híbridas con almacenamiento) permite reducir costos operativos, estabilizar precios de energía a largo plazo y cumplir con estándares ambientales cada vez más exigentes.

Esto no solo puede mejorar la competitividad en materia de precios, sino que también fortalece la imagen de Chile como proveedor confiable y sostenible en el mercado global.

2. Exigencias de sostenibilidad más estrictas

Operar con altos estándares ambientales ya forma parte del ADN de la minería chilena. El país es referente en América Latina en la reducción de la huella de carbono y en la implementación de buenas prácticas socioambientales. Sin embargo, para mantener esa posición y asegurar el acceso a mercados estratégicos como el europeo, es necesario acelerar el avance hacia el cumplimiento de los nuevos estándares globales.

Este es un reto que la industria ya está abordando, pero que puede impulsarse de forma decisiva con soluciones energéticas como la integración de energías renovables, el almacenamiento y la optimización de procesos. Estas acciones no solo facilitan cumplir con las regulaciones europeas para la minería, sino que también reducen costos y fortalecen la trazabilidad ambiental de la cadena de valor. 

Con este contexto global, la sostenibilidad se convierte en una ventaja competitiva: innovar en tecnologías limpias, mejorar la eficiencia y reforzar el compromiso con una minería responsable consolidaría a Chile como un proveedor confiable y líder en producción limpia a escala global.

¿Por qué la transición energética es clave para el futuro de la minería chilena?

La transición energética es una respuesta estratégica al triple desafío que enfrenta la minería. Incorporar energías renovables no convencionales (ERNC) —como solar fotovoltaica, eólica, geotérmica o hidrógeno verde— ofrece a la industria una vía concreta para reducir costos, asegurar suministro eléctrico y avanzar hacia la carbononeutralidad.

En Chile, el camino ya está trazado. La Política Energética 2035 y la Política Nacional Minera 2050 proyectan que, para 2030, cerca del 90 % de los contratos de energía en minería provendrán de fuentes renovables. Muchas empresas ya se adelantaron: firmaron acuerdos de suministro a largo plazo (PPA) con energía limpia, incorporando sistemas de almacenamiento para garantizar electricidad continua las 24 horas del día.

Este modelo energético mejora el desempeño ambiental y entrega ventajas operativas clave: costos más estables frente a la volatilidad del gas y el carbón, mayor seguridad de abastecimiento y alineación con las metas de sostenibilidad que exigen gobiernos e inversionistas.

Es importante señalar que la región cuenta con recursos naturales de primer nivel. Chile, por ejemplo, combina una de las radiaciones solares más altas del mundo con vientos estables, lo que permite generar energía renovable competitiva a gran escala.

De modo que la transición energética no solo resuelve dos puntos críticos del sector —emisiones y costos elevados—. También refuerza su valor competitivo, posicionando a la minería chilena como una industria eficiente, moderna y preparada para liderar en un mercado global que exige cada vez más sostenibilidad real.

¿Por qué apostar por energías renovables en la minería?

  •  Menor huella de carbono y menos contaminación

Cambiar el diésel o el carbón por energía solar o eólica reduce de forma significativa las emisiones de CO₂ y los contaminantes locales. Según expertos de la Cooperación Técnica Alemana (GIZ) y la Asociación de Clientes Eléctricos No Regulados (ACENOR), las operaciones mineras que adoptan renovables disminuyen tanto sus emisiones totales como las locales de gases de efecto invernadero.

En Chile, los contratos actuales con fuentes limpias ya desplazan millones de toneladas de dióxido de carbono al año frente a la generación fósil. Menos emisiones no solo significa cumplir compromisos climáticos. También fortalece el perfil de sostenibilidad de las empresas y la posición frente a inversionistas y reguladores.

  • Menores costos operativos

Las ERNC ofrecen un costo nivelado de energía (LCOE) más bajo que las fuentes tradicionales. Según Wood Mackenzie, en 2024 el LCOE promedio mundial de la energía solar fotovoltaica de eje fijo fue de 66 USD/MWh (con rangos de 28 a 117 USD/MWh), y el de la eólica terrestre se situó en 75 USD/MWh (rango: 23 a 139 USD/MWh). Estas cifras son inferiores al costo de nuevas centrales de carbón y gas en la mayoría de los mercados.

Los contratos a largo plazo (PPA) permiten fijar precios competitivos en dólares por kWh y blindarse frente a la volatilidad del mercado internacional de combustibles.

Como señala ACENOR, las renovables ofrecen energía a menores precios y sin emisiones, una combinación que impulsa directamente la competitividad minera en Chile.

  • Estabilidad y seguridad energética

Los sistemas renovables con almacenamiento garantizan un suministro continuo, evitando interrupciones y cuellos de botella. Esto es crítico para operaciones mineras de alta demanda energética, donde cualquier falla eléctrica puede significar pérdidas millonarias. Contar con energía propia reduce riesgos logísticos y financieros.

  • Cumplimiento de estándares ambientales y acceso a certificaciones

Incorporar fuentes limpias facilita la obtención de certificaciones de sostenibilidad —como los certificados de energía renovable o huella de carbono— cada vez más valoradas por clientes e inversores. También abre el acceso a bonos verdes, créditos ESG y mercados de carbono.

Cumplir con estos estándares mejora el posicionamiento ante reguladores y facilita la adaptación a exigencias como las nuevas normativas europeas de origen responsable.

  • Ventaja en el mercado europeo de minerales

Las empresas que demuestran operaciones con energía renovable pueden diferenciarse en mercados exigentes. Con Europa demandando minerales críticos con baja huella ambiental, las mineras chilenas que certifican un abastecimiento limpio se convierten en proveedores preferidos. Esto fortalece la marca país y las exportaciones de cobre y litio, al alinearlas con la visión de un mercado global verde.

La adopción de energías renovables no es solo una respuesta al contexto. Es una decisión que multiplica beneficios: reduce costos, mitiga riesgos, mejora la reputación y prepara a la minería latinoamericana para competir en un mercado global que ya exige operar de forma limpia, eficiente y responsable.

Atlas Renewable Energy: aliado estratégico

En este nuevo escenario global, Atlas Renewable Energy se consolida como un aliado clave para que la minería chilena avance hacia una matriz energética más limpia, estable y competitiva.

Atlas es un desarrollador global de energías renovables con experiencia comprobada en contratos de suministro a gran escala. Un ejemplo concreto es el PPA 24/7 firmado en 2024 con Codelco. El acuerdo garantiza el suministro de 375 GWh anuales de energía solar con baterías durante 15 años.

Este contrato pionero garantiza energía renovable continua a la mayor minera de cobre del mundo, reduciendo drásticamente sus emisiones y costos energéticos.

Proyectos como el de Atlas con Codelco demuestran el papel de la empresa en facilitar el cumplimiento de las nuevas exigencias regulatorias. Al proveer energía limpia y soluciones llave en mano (incluso con almacenamiento de energía), Atlas ayuda a las mineras a certificar su cadena de suministro ante los requisitos de la CRMA y del Reglamento de Baterías.

Además, nuestro enfoque combina energía solar, eólica y almacenamiento en una solución integrada, diseñada para dar estabilidad a la matriz eléctrica minera y elevar los estándares ambientales.

La transición energética es una oportunidad real para la minería. Y con el respaldo técnico y operativo de Atlas, las empresas del sector pueden convertir las nuevas exigencias regulatorias en una ventaja competitiva concreta: menor huella ambiental, acceso a certificaciones, reducción de costos y posicionamiento como proveedor sostenible en los mercados más exigentes.

Integrar energías renovables no convencionales es una decisión estratégica para competir hoy en el mercado internacional de minerales críticos.


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Latinoamérica supera por más del doble al mundo en energías renovables: 33 % vs 14,4 % global. La COP30 en la Amazonía mostrará sus logros y el ambicioso camino hacia la descarbonización.

Por primera vez, se albergará en plena Amazonía una Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y en esta ocasión será la n°30 (COP30). Se desarrollará del 10 al 21 de noviembre en la ciudad amazónica de Belém, estado de Pará, Brasil, otorgando al evento una carga simbólica y geopolítica sin precedentes.

Brasil se prepara para albergar la COP30, posicionando a la Amazonía en el centro de la agenda climática global. El país está realizando inversiones estratégicas en infraestructura para recibir delegaciones de más de 190 naciones, al tiempo que diseña una estrategia que pone en primer plano la biodiversidad, la preservación de los bosques y la transición energética.

Entre las principales iniciativas previstas para la conferencia destacan la creación de un fondo de 125 mil millones de dólares destinado a la protección de los bosques tropicales y el establecimiento de una Comisión Internacional Indígena, concebida para garantizar que las voces de las comunidades locales ocupen un lugar central en las soluciones climáticas globales.

La COP30 no solo será una vitrina para las metas globales, sino también una oportunidad estratégica para que América Latina se afiance como uno de los líderes del desarrollo sostenible.

La región tiene argumentos contundentes para hacerlo: según la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), entre 2015 y 2023 la participación de energías renovables en la generación eléctrica subió del 53 % al 64 % en la región, y las emisiones del sector cayeron un 26 %. En 2024, el 33 % de su energía primaria provino de fuentes renovables no convencionales, frente a solo el 14,4 % del promedio global, y ese año el 69 % de su electricidad fue renovable, el doble del promedio mundial (30 %).

El rol de las energías renovables 

Latinoamérica es una de las regiones menos contaminantes del mundo, siendo responsable de solo el 4,4 % de las emisiones globales de CO2. Esto se explica porque la energía hidroeléctrica es la principal fuente de generación de electricidad en la mayoría de los países, representando el 45 % de la demanda eléctrica total de la región, muy superior a la media mundial que se encuentra en torno al 16 %.

Por su parte, las energías eólica y la solar fotovoltaica representan una parte cada vez más importante de la generación en Latinoamérica. Según la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA), 2024 dio un salto respecto al año anterior. Brasil lideró con 86,1 GW combinados, compuestos por 53,1 GW de energía solar y 33 GW de eólica, una diferencia del 40 % y 13,2 %, respectivamente, frente a 2023. México alcanzó 19,3 GW totales, con 12 GW solares (+9,9 %) y 7,3 GW eólicos, sin variaciones frente al año anterior. Chile sumó 14,2 GW (9,3 GW solares y 4,8 GW eólicos), con aumentos del 24,6 % y 4 %, respectivamente. 

Colombia, además, alcanzó 1,9 GW de capacidad renovable, impulsada principalmente por el crecimiento del 94,4 % en energía solar (1,4 GW), mientras que la capacidad eólica se mantuvo en 34 MW. Perú totalizó cerca de 1,7 GW, distribuidos en 528 MW solares y 1,15 GW eólicos. 

Estos datos reflejan un ritmo sostenido de expansión en energías limpias, con la solar liderando el crecimiento en la mayoría de los países de la región. Esta diversificación energética contribuye a la seguridad de las economías de los países.

La alta dependencia de la energía hidroeléctrica puede generar que ciertas contingencias cada vez más frecuentes por la crisis climática, como fluctuaciones de las precipitaciones que muchas veces desencadenan en sequías, afecten el nivel de los embalses y, por ende, la generación de energía en general. Por ejemplo, en 2021 Brasil sufrió la sequía más importante de sus últimos 100 años, teniendo serios problemas no solo en su suministro eléctrico sino también para abastecer al sector agropecuario e inclusive a sus habitantes. Se estimaron pérdidas en torno a los 8.200 millones de reales (unos 1.464 millones de dólares de ese momento). Otro caso es el de Colombia. En 2024, El Niño desató una sequía que provocó aumentos de la energía, hasta cuatro veces más altos que en 2023, que perjudicó su economía.

Las empresas como motor de la economía

Otro aspecto importante de la diversificación energética es la competitividad que la energía eólica y solar fotovoltaica le otorgan a las empresas. 

Según un reporte de Wood Mackenzie publicado en octubre pasado, el costo nivelado de energía (LCOE) de las renovables en Latinoamérica disminuyó un 8 %, con Brasil, Chile y México como motores de esta baja. En promedio, la energía solar fotovoltaica se ubicó en USD 60/MWh (con un rango de USD 31/MWh a USD 103/MWh), y la eólica en USD 75/MWh (con un rango de USD 23/MWh a USD 139/MWh), consolidando precios estables y competitivos a nivel global. Este escenario aceleró los contratos de compraventa a largo plazo (PPA), que alcanzaron un récord de 68 GW en 2024, un crecimiento del 33 % anual desde 2015.

Atlas Renewable Energy ha capitalizado este contexto para posicionarse como uno de los principales proveedores corporativos de energía renovable en la región. Desde 2017 ha firmado más de 6 GW en PPA con clientes industriales de alto consumo en Brasil, Chile, México, Colombia y Uruguay. Sus soluciones combinan contratos a medida, financiamiento y certificaciones I-REC de trazabilidad, generando impactos tanto ambientales como económicos.

Sobre esta base, la empresa ha avanzado a través de un portafolio de proyectos emblemáticos en toda América Latina que demuestran la escalabilidad y la diversidad de las soluciones renovables. En Chile, desarrolló uno de los primeros parques solares de gran escala de la región con almacenamiento en baterías integrado, diseñado para suministrar energía renovable las 24 horas del día, los 7 días de la semana, un hito que garantiza un suministro continuo de energía limpia.

En Brasil, está detrás de uno de los complejos solares más grandes de América Latina, con una capacidad de 902 MW y una generación anual de 2 TWh de electricidad. Este proyecto destaca no solo por su magnitud, sino también por establecer nuevos estándares en el suministro de energía limpia a largo plazo.

En México, el parque solar La Pimienta (315 MW) se ubica entre los más grandes del país y fue financiado con el apoyo de instituciones internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Banobras. Como complemento, el proyecto Guajiro (129,5 MW) genera más de 300 GWh al año, evitando aproximadamente 215.000 toneladas de emisiones de CO₂ anuales. En Colombia, Atlas está construyendo Shangri-La (201 MW), que entrará en operación en 2025 y suministrará energía a más de 214.000 hogares. La compañía también ha establecido una alianza estratégica para desarrollar hasta 1.000 MW adicionales de capacidad solar, fortaleciendo así el ecosistema renovable del país.

Estos desarrollos permiten a las empresas compradoras estabilizar sus costos energéticos y ganar competitividad. Un caso concreto es el de MLP en México, que logró reducir un 50 % sus costos mediante un contrato con Atlas. A su vez, los proyectos generan valor compartido: empleos locales, capacitación técnica en energías limpias, certificaciones de origen y acceso a financiamiento climático con instituciones como BID Invest, MUFG y SMBC.

Atlas Renewable Energy demuestra que los PPA no solo son herramientas financieras, sino vectores de transformación industrial y climática. En la antesala de la COP30, su recorrido es una muestra concreta de cómo el sector privado puede liderar el cambio hacia una matriz energética más limpia, resiliente y competitiva en Latinoamérica, ya que su producción de energía limpia evita anualmente unos 716.013 toneladas de CO₂, equivalentes al retiro de cientos de miles de autos, y abastece más de 1,4 millones de hogares.

Otras ventajas de las energías renovables para la región

Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los empleos en energías renovables crecieron un 18 % en 2023, con 16,2 millones en todo el mundo. Latinoamérica concentra parte de esa expansión: Brasil, por ejemplo, alcanzó los 1,56 millones de empleos, posicionándose como el tercer país con más empleo de este tipo en el mundo. 

Se estima que al 2030 el 10,5 % del empleo en la región se generará gracias a la transición energética. Según un reporte de la Cepal, este impacto se explica, entre otras cosas, porque sectores intensivos en emisiones como agricultura y manufactura registrarían una caída del 13,3 % en sus niveles de empleo. Sin embargo, como los sectores sostenibles  ya concentran una mayor proporción de trabajadores —55 % frente al 35 % de los sectores no sostenibles —, la expansión en los primeros compensa con creces las pérdidas en los segundos. Para que este efecto neto positivo se materialice, es clave que se implementen políticas activas de reconversión laboral, programas de capacitación técnica y medidas de protección social que aseguren una transición inclusiva. Así, la transición energética no solo reduce emisiones, sino que también crea empleo formal, impulsa la productividad y aporta resiliencia económica a largo plazo.

Por otra parte, la región se destaca por su potencial estratégico en sectores clave como la minería y la agroindustria.

Según la Asociación Internacional de la Energía (IEA), actualmente la región representa el 8 % de la población mundial y el 7 % de la economía global, pero puede desempeñar un papel fundamental en la nueva economía energética: tiene al menos un tercio de las reservas mundiales de litio, cobre y plata. Los ingresos por la producción de minerales críticos (grafito, bauxita, níquel, zinc, litio, cobre y neodimio) ascendieron a unos USD  100.000 millones en 2022. El agro, por su parte, avanza en biocombustibles y bonos de carbono, integrando la sostenibilidad al modelo productivo.

Ante este panorama, la COP30 se perfila como un punto de inflexión. Por un lado, permitirá a Latinoamérica mostrar liderazgo en transición energética, resiliencia climática y equidad social. Por otro, exigirá compromisos concretos: elevar la ambición de las metas climáticas NDC, ya que al momento solo tres países de la región (Brasil, Uruguay y Ecuador) lo han hecho; destrabar el financiamiento climático (del cual la región solo recibe un 17 % global) y visibilizar propuestas regionales como RELAC, que busca alcanzar 70 % de electricidad renovable en la región para 2030.

Con una matriz energética que ya es mayoritariamente limpia, una industria en transformación, y un ecosistema de actores públicos y privados comprometidos, Latinoamérica no llega a la COP30 como espectadora, sino como protagonista. En efecto, es la región que demuestra que crecimiento económico y sostenibilidad no solo pueden coexistir, sino impulsarse mutuamente.

Energía limpia, menos riesgo y más desarrollo para América Latina

En un momento donde el mundo exige soluciones concretas frente al cambio climático, América Latina ya muestra resultados. La región, responsable de solo el 4,4 % de las emisiones globales, cuenta con una de las matrices energéticas más limpias del planeta y con un potencial estratégico en sectores clave como minería, agroindustria y tecnología. Sin embargo, debe diversificar más su matriz energética, para no ser tan dependiente de la energía hidroeléctrica, lo que conlleva a riesgos económicos y sociales importantes.

Empresas como Atlas Renewable Energy están acelerando este proceso, no solo desarrollando proyectos de generación renovable no convencional, sino también articulando contratos a largo plazo con industrias intensivas, atrayendo inversión, generando empleo calificado y consolidando ecosistemas de valor compartido.

En la antesala de la COP30, América Latina demuestra que las energías renovables no son solo una herramienta ambiental, sino una estrategia económica inteligente. Un camino que ya está en marcha, con impactos reales para empresas, comunidades y el planeta.


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La demanda eléctrica para los centros de datos redefine prioridades de inversión: el acceso a una energía renovable, competitiva y escalable ya no es una ventaja, sino una condición para operar en México.

Actualmente México es el segundo mercado más importante de centros de datos de Latinoamérica, detrás de Brasil, con una capacidad operativa instalada de 350 MW y una cartera de proyectos que podría llevar esa cifra a 704 MW en los próximos años.

El crecimiento del sector se debe al nearshoring digital, las tecnologías emergentes y una mayor demanda de almacenamiento. La  Asociación Mexicana de Data Centers estima que para 2029 los centros de datos representarán el 5,2 % del PIB mexicano (USD 73.536 millones), incluyendo efectos multiplicadores en telecomunicaciones, servicios cloud, empleo especializado y modernización tecnológica. 

De acuerdo con Research and Markets, la inversión en centros de datos en México pasará de USD 1.060 millones en 2024 a USD 2.270 millones en 2030, con una tasa de crecimiento anual compuesta (CAGR) del 13,53 %​, aunque hay previsiones aún más optimistas. Según un análisis de Mordor Intelligence, el tamaño del mercado de centros de datos en México rondó los 357,8 MW en 2024, generando una inversión de USD 4.590,2 millones, y se espera que alcance los 480,4 MW en 2029 (una CAGR del 6,07 %), creciendo un 7,71 % en inversiones, llegando así a los USD 6.655,9 millones para ese año.

Source: https://www.mordorintelligence.com/es/industry-reports/mexico-data-center-market

Gran parte de esta capacidad se concentra en Querétaro, que hoy representa dos tercios de la infraestructura nacional, con 230 MW de capacidad operativa. Factores como su bajo riesgo sísmico, conectividad de fibra óptica y estabilidad política lo han consolidado como el hub principal del país.

La llegada de Amazon Web Services, que invertirá USD 5.000 millones, se suma a operadores ya establecidos como KIO Networks, Microsoft, Oracle y Google. Además, el gobierno estatal ha destinado USD 300 millones a fortalecer su red eléctrica.

A la par, otros puntos del país también se están desarrollando. Monterrey, por ejemplo, combina infraestructura industrial, cercanía a EE.UU. y talento técnico, atrayendo operadores como Equinix. A esta corriente también se perfilan polos emergentes en Guadalajara y el Bajío, apoyados por eventos especializados como el Summit Data Center 2024

La Asociación Mexicana de Data Centers estima que 18 nuevos proyectos atraerán USD 8.500 millones en inversiones en los próximos 10 años. Sin embargo, este auge tiene un gran desafío: el suministro energético. Los centros de datos son altamente intensivos en consumo energético. De no contar con fuentes confiables, continuas y asequibles, su expansión puede verse comprometida. Aquí, las energías renovables emergen como aliadas estratégicas para sostener este crecimiento.

Centros de datos e intensidad energética: ¿Quién alimentará el crecimiento?

En efecto, los centros de datos enfrentan un dilema que podría definir el futuro digital: mientras su consumo energético crece exponencialmente, la disponibilidad de fuentes limpias y sostenibles aún no alcanza el ritmo requerido. Esta brecha energética se está convirtiendo en el cuello de botella más crítico para la expansión del sector.

En 2024, el consumo global de estas instalaciones alcanzó los 415 TWh, es decir, el 1,5 % de toda la demanda mundial. Pero se espera que esa cifra aumente drásticamente para 2030, superando los 945 TWh (cifra ligeramente superior al consumo eléctrico total actual de Japón), según estimaciones de la Agencia Internacional de Energía (IEA, en inglés)​.

Este incremento, impulsado por la expansión de la inteligencia artificial, la computación en la nube, el almacenamiento de datos en dispositivos conectados y la automatización industrial, está elevando significativamente la demanda energética de estas instalaciones. Esa energía, idealmente, debe provenir de fuentes renovables, no solo para reducir los costos operativos a largo plazo, sino también por su mínimo impacto ambiental en comparación con las fuentes fósiles tradicionales.

La IEA indica que, actualmente, el 27 % de la electricidad consumida por centros de datos proviene de fuentes renovables, particularmente solar y eólica, y se espera que esa proporción alcance el 50 % en 2030.

Este crecimiento va en línea con las tendencias de generación a nivel mundial. En 2024, las renovables alcanzaron el 32 % de la electricidad mundial, superando el récord de 2023 del 30 %. La adición de 585 GW a la capacidad global, impulsada principalmente por energía solar (451,9 GW), llevó la capacidad instalada a 4.448 GW. En el plano local, uno de los principales desafíos para el crecimiento de los centros de datos en México es la limitada disponibilidad de fuentes de energías renovables en la matriz eléctrica nacional. Actualmente, más de dos tercios de la electricidad en el país se generan a partir de combustibles fósiles, con el gas natural representando cerca del 60 %. Esta realidad complica el acceso a energía limpia para empresas tecnológicas con compromisos globales de carbono neutralidad, que buscan alimentar sus operaciones exclusivamente con fuentes renovables.

Fuente: https://lowcarbonpower.org/es/region/M%C3%A9xico

La infraestructura energética aún no está completamente alineada con esa demanda. En consecuencia, muchas compañías deben recurrir a soluciones alternativas —como certificados de energía limpia (CEL) o esquemas de autoabastecimiento— para mantener sus estándares ESG sin comprometer sus operaciones.

No obstante, el escenario comienza a cambiar. La Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha anunciado una inversión de USD 23.400 millones hacia 2030 para fortalecer las capacidades de generación, transmisión y distribución, con un enfoque relevante en energías renovables. Durante este sexenio, se prevé un aumento de 29.074 MW en capacidad instalada, de los cuales 6.400 MW serán aportados por inversores privados, principalmente en tecnologías limpias.

Este cambio de paradigma energético abre nuevas oportunidades. A medida que la infraestructura renovable crece, también se amplía la posibilidad de ofrecer a la industria —y en particular a los centros de datos— contratos de suministro eléctrico más competitivos, sostenibles y seguros.

Estrategias de suministro inteligente: el rol clave de los PPA limpios

Una de las estrategias más efectivas para asegurar energía limpia, estable y predecible es la firma de contratos de compraventa de energía renovable (PPA, por sus siglas en inglés). Las empresas tecnológicas que operan centros de datos ya representan más del 30 % de la capacidad renovable contratada a través de PPA corporativos a nivel global. Estas cifras reflejan una clara preferencia por contratos que brinden estabilidad de costos, trazabilidad y confiabilidad en el suministro eléctrico, condiciones que las renovables pueden satisfacer.

Atlas Renewable Energy es uno de los actores que lidera este enfoque en América Latina. Con más de 8,4 GW de activos en operación, ha estructurado acuerdos de este tipo a largo plazo con compañías de distintos rubros, incluyendo centros de datos.

A fines de 2024, Atlas anunció la construcción de la planta Draco Solar (579 MWp) en Brasil para abastecer a V.tal y otras industrias. En 2025, firmó un acuerdo con ODATA para suministrar energía 100 % renovable a sus centros de datos en Chile, respaldada por certificación I-REC.

Además, Atlas Renewable Energy ha puesto en marcha recientemente su proyecto BESS del Desierto —el sistema de baterías stand-alone más grande de Latinoamérica— que combina una planta solar con 200 MW de potencia y 800 MWh de capacidad de almacenamiento. Esto permite entregar energía limpia y estable por hasta 4 horas continuas, aportando 280 GWh al año.

A raíz de este megaproyecto, la compañía abastecerá a EMOAC (filial de Copec) con energía limpia por un plazo de 15 años, y gran parte de la energía será destinada a abastecer el transporte público eléctrico, permitiendo operar a unos 2.500 buses eléctricos y más de 27 electrolineras; del mismo modo, proveerá con otro PPA a CODELCO, la principal minera estatal chilena, para suministrar 375 GWh anuales de energía limpia a partir de 2026 durante 15 años.

Con soluciones que integran generación renovable, almacenamiento en baterías y contratos a largo plazo, Atlas Renewable Energy muestra cómo los centros de datos pueden impulsar la innovación energética. Desde la adopción de tecnologías de respaldo limpias hasta el uso de inteligencia artificial para optimizar el consumo, estas instalaciones están elevando los estándares de eficiencia y sostenibilidad en América Latina.

Ante el crecimiento exponencial de los centros de datos, la gran pregunta es cómo asegurar un suministro eléctrico que sea competitivo, confiable y bajo en emisiones. Las energías renovables, apalancadas en PPA con almacenamiento, ofrecen la respuesta más alineada con los objetivos globales de descarbonización, eficiencia operativa y cumplimiento ESG. Actores como Atlas están posicionando a la región no solo como receptora de inversión digital, sino como referente en infraestructura energética resiliente y limpia.

Energía como estrategia: los centros de datos ante una nueva frontera

México está consolidando su liderazgo digital, pero su competitividad futura dependerá de algo más que conectividad y capacidad instalada. En un sector donde la continuidad operativa y la eficiencia energética son esenciales, contar con acceso estable a energía limpia, confiable y escalable se convierte en una condición clave del negocio.

La transición energética no es un reto lateral: es el nuevo eje estructural del desarrollo de los centros de datos. Soluciones como los PPA renovables con almacenamiento, que empresas como Atlas Renewable Energy ya implementan en Latinoamérica, muestran que es posible crecer digitalmente sin comprometer objetivos de carbono ni costos operativos.

Invertir hoy en infraestructura energética inteligente es apostar por la resiliencia, la trazabilidad y el posicionamiento futuro de los centros de datos en un mercado cada vez más exigente. Y México tiene todo para lograrlo.


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Este artículo fue creado en colaboración con Castleberry Media. En Castleberry Media, estamos dedicados a la sostenibilidad ambiental. Al comprar certificados de carbono para la plantación de árboles, combatimos activamente la deforestación y compensamos nuestras emisiones de CO₂ tres veces más.

Seguridad que potencia resultados: La estrategia innovadora de Atlas Renewable Energy en salud y seguridad ocupacional protege a su capital humano, optimiza la eficiencia operacional y establece nuevos estándares de excelencia en la industria solar.

La eficiencia operacional ejerce un impacto directo sobre el desempeño financiero del sector energético. Un caso paradigmático es la experiencia de Atlas Renewable Energy, que ha integrado la salud y seguridad ocupacional como componentes estratégicos de su rendimiento corporativo integral.

Mediante un enfoque sistemático, la compañía logró reducir en 65 % los incidentes registrables y disminuir en 95 % los eventos con ausentismo laboral.

Estos resultados se traducen no solo en continuidad operacional y optimización de recursos, sino también en el mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores, la consolidación de equipos de alto rendimiento y el desarrollo de una cultura organizacional fundamentada en la confianza y el cuidado mutuo.

A escala global, esta industria experimenta una expansión acelerada, generando fuentes de empleo y enfrentando nuevos desafíos que impactan directamente el entorno laboral.

Según datos de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), la capacidad global de energía solar centralizada se quintuplicó en la última década, incrementándose de 1,2 gigavatios (GW) en 2010 a aproximadamente 6,4 GW en 2020, empleando a 80.000 profesionales en todo el mundo.

En un escenario alineado con el Acuerdo de París, dicha capacidad deberá alcanzar los 196,7 GW para 2030 y los 872,6 GW en 2050, lo que implicaría hasta 767.000 empleos en el sector.

Este crecimiento debe ir acompañado de medidas integrales que garanticen la seguridad y el bienestar de los profesionales que están construyendo la infraestructura energética del futuro —algo que Atlas Renewable Energy ya ha incorporado estratégicamente en sus operaciones.

Con un enfoque constructivo y no punitivo, la corporación ha revolucionado el área de salud y seguridad ocupacional (H&S) y su cultura organizacional, al convertir a sus colaboradores en protagonistas activos de la solución.

“Necesitábamos encontrar una metodología para que los trabajadores comprendieran que la salud y seguridad ocupacional eran esenciales para su bienestar personal, y no únicamente para los objetivos corporativos. En la búsqueda de convertir esto en algo significativo para las personas, adoptamos la andragogía, la programación neurolingüística y la simplicidad, porque trabajamos intensamente en colaboración”, explica Juliana Ribeiro, Global Head of Health, Safety and Security en Atlas Renewable Energy.

Desde la incorporación de Juliana a Atlas Renewable Energy, se ha producido una transformación sustancial en el área de salud y seguridad ocupacional. Con una visión estratégica, identificó rápidamente oportunidades de mejora y lideró la creación de un sistema de gestión sólido. Bajo su liderazgo, la empresa invirtió en la expansión del equipo de especialistas e implementó el innovador software de gestión de incidentes Obrasoft.

Sin embargo, el verdadero elemento transformador fue la concepción del programa Safety School, una iniciativa pionera que redefinió completamente el enfoque de salud y seguridad ocupacional dentro de la organización.

Este programa revolucionario promovió una cultura de prevención y responsabilidad compartida, que posicionó a Atlas como un referente en innovación dentro del sector, y generó un entorno donde los colaboradores se han convertido en agentes activos en la construcción de un ambiente laboral más seguro y productivo.

Safety School: un enfoque simple con resultados extraordinarios

Fundamentado en los principios de la andragogía (educación orientada a adultos), la programación neurolingüística y un enfoque positivo que busca generar conciencia, liderazgo y cultura a partir de las experiencias de los propios trabajadores, el programa Safety School comenzó como un proyecto piloto en México en 2022 y actualmente opera en todos los países donde Atlas Renewable Energy tiene presencia.

“El objetivo inicial era lograr un impacto profundo y generar autonomía en el terreno, considerando que no es factible que los equipos de salud y seguridad ocupacional estén presentes permanentemente en cada uno de los proyectos”, explica Juliana, una de las creadoras del programa.

La iniciativa se sustenta en dos pilares fundamentales: los Safety Walks, donde los trabajadores presentan mejores prácticas a la dirección del proyecto, y los H&S Leaders, quienes reciben capacitación mensual para convertirse en referentes de seguridad dentro de sus equipos.

Este enfoque ha generado resultados contundentes: reducción significativa de incidentes, incremento de la productividad, estandarización en todos los proyectos (como requerimiento contractual) y una cultura de liderazgo que entiende claramente que el cumplimiento no se impone —se construye.

“Cuando ejecutamos el proyecto piloto en 2022, nuestras tasas de incidentes disminuyeron de forma significativa. En diciembre de ese año, logramos una tasa de accidentes con ausentismo igual a cero”, recuerda Juliana.

Entre 2020 y 2024, la disminución en el número de incidentes registrables (aquellos que requieren atención médica, limitan tareas o conllevan fatalidades) fue del 65 %.

Los resultados más destacados, sin embargo, se observaron en los eventos con ausentismo y en la tasa de accidentes graves, con reducciones del 95 % y 99 %, respectivamente.

Estos indicadores, señala Juliana, demuestran que los índices de incidentes en los proyectos de Atlas Renewable Energy están sustancialmente por debajo de los promedios de las industrias de la construcción y generación eléctrica.

“Es un resultado altamente relevante, que refleja el esfuerzo colectivo de todos, no exclusivamente del área de seguridad. Es un trabajo conjunto de Atlas y de las empresas que colaboran con nosotros”, destaca Juliana.

Más allá de la prevención tradicional

Atlas no se limitó a la prevención tradicional. Estableció una estructura de gobernanza con comités en todos los niveles operacionales, comenzó a documentar y replicar mejores prácticas en nuevos proyectos, e involucró incluso a contratistas y comunidades locales. Todo ello con una filosofía clara: en lugar de actuar como fiscalizador, el equipo de salud y seguridad ocupacional se comporta como agente motivador, socio estratégico y facilitador del cambio.

Esta evolución ha sido tan significativa que ahora comienza a compartirse externamente, con participación en premios, conferencias y alianzas con universidades, lo que posiciona a Atlas como un referente en innovación en seguridad industrial.

Esto se traduce directamente en la productividad de los proyectos.

“Todas estas mejores prácticas se convierten en lecciones aprendidas y se transfieren de un proyecto a otro. Cuando un trabajador realiza una actividad de forma más eficiente, la productividad se incrementa”, afirma Juliana.

Juliana también explica que los incidentes, además del potencial daño al trabajador, representan para la empresa la interrupción de una línea de trabajo y la desarticulación del equipo. Es decir, invertir en salud, seguridad y protección también se traduce en productividad.

Nuevas fases en desarrollo

La protección y el compromiso de los trabajadores en el ámbito de salud y seguridad ocupacional son un proceso continuo, y ya se vislumbran nuevas etapas.

La incorporación de inteligencia artificial, una mayor integración desde la fase de diseño y un enfoque cada vez más centrado en las personas son solo algunos ejemplos.

“Atlas busca innovaciones en salud y seguridad ocupacional tanto en el mercado como mediante alianzas con universidades. Creemos que la seguridad debe ser cada vez más asertiva e inteligente, combinando simplicidad, cooperación, coordinación e innovación para lograr procesos más eficaces y ágiles”, concluye Juliana.


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La transición energética redefine a las empresas mineras y petroleras, donde se hace urgente la adopción de energías renovables no sólo por una mejora reputacional sino económica.

La transición energética está transformando la minería y el petróleo a nivel global. La demanda de minerales estratégicos y la presión de compromisos ambientales por reducir emisiones han impulsado la adopción de energías renovables en estos sectores.

Países con gran actividad extractiva, como Colombia y Chile, enfrentan el reto de equilibrar su crecimiento económico con prácticas sostenibles. Las compañías líderes ya están avanzando en esta dirección, adoptando tecnologías limpias y contratos PPA para garantizar estabilidad y competitividad. En Colombia ya hay casos de mineras que han avanzado en la contratación de energía limpia; del mismo modo lo está haciendo la petrolera Ecopetrol, que contará con 900 MW de energías renovables en Colombia. En Chile, destaca el caso del Grupo CAP, que firmó un contrato histórico con Atlas Renewable Energy para el suministro de 450 GWh anuales de energía renovable, fortaleciendo su compromiso con una operación más sostenible.

Los beneficios de la transición energética en minería y petróleo

Según el Banco Mundial, la producción de minerales esenciales para la transición energética podría aumentar hasta un 500% para 2050. Algunos ejemplos clave:

  • Litio, cobalto y níquel: esenciales para baterías de almacenamiento y vehículos eléctricos.
  • Cobre: un aerogenerador requiere 4,7 toneladas, mientras que un vehículo eléctrico usa 89 kg (casi 4 veces más que un motor de combustión interna). Un informe de Goldman Sachs estima un crecimiento del 600% en la demanda de cobre para 2030.

En cuanto a la industria petrolera, la EIA si bien ha recortado proyecciones de crecimiento, estima que la demanda mundial de petróleo crecerá a 1,3 millones de barriles por día en 2025.

En el marco del desarrollo de los mercados extractivos, la adopción de prácticas sostenibles y la integración de energías renovables permiten a las empresas posicionarse mejor y ser más competitivas, reduciendo costos operativos, aumentando de manera positiva su reputación y cumpliendo con metas de sostenibilidad.

Reducción de costos operativos

El consumo de energías renovables permite a las empresas disminuir la dependencia de combustibles fósiles y sus fluctuaciones de precio.

Por ejemplo, en Colombia, el fenómeno de El Niño, que ha reducido los niveles de agua en los embalses, reemplazándolos por generación térmica costosa, provocó aumentos en el mercado eléctrico durante el 2024. Por caso, en diciembre el precio promedio de la Bolsa de Energía fue de $759,54/kWh (USD 0.18/kWh), un aumento interanual del 13,47%.

Esta fluctuación de los precios de la energía impacta significativamente en las operaciones de las empresas mineras y petroleras, que son intensivas en consumo energético. El aumento de los costos de energía puede reducir sus márgenes de beneficio y afectar su competitividad en el mercado. Por ejemplo, la volatilidad de los precios energéticos puede influir en la rentabilidad y las decisiones de inversión a largo plazo de estas industrias. 

Las energías renovables presentan una alternativa más estable y económica para las empresas. Según IRENA, los costos nivelados de generación (LCOE) para las energías renovables han caído significativamente en la última década, lo que ha logrado que, en 2023, la energía solar fotovoltaica haya alcanzado un costo global promedio de USD 0.044/kWh, mientras que la eólica terrestre alcanzó USD 0.033/kWh, ambos muy por debajo del costo promedio de la generación con combustibles fósiles a nivel mundial y drásticamente más bajo que los precios de la Bolsa de Energía.

Cumplimiento de metas de sostenibilidad

Empresas mineras y petroleras han adoptado compromisos firmes para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y aumentar la eficiencia energética. Anglo American, por ejemplo, se ha propuesto lograr la carbono neutralidad en todas sus operaciones para 2040, con una meta intermedia de reducir en un 30% las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030.

Además, la compañía busca disminuir en un 50% las emisiones de alcance 3 (emisiones indirectas) para 2040, abordando así las emisiones indirectas de su cadena de valor.

En el sector petrolero, durante la COP28 celebrada en diciembre de 2023, más de 50 empresas se comprometieron a alcanzar operaciones neutras en carbono para 2050. Este compromiso incluye poner fin a la quema rutinaria de gas en antorcha para 2030 y reducir casi a cero las emisiones de metano, un gas de efecto invernadero significativamente más potente que el CO2.

Estas iniciativas reflejan una tendencia global en la que las industrias extractivas buscan alinearse con los objetivos climáticos internacionales, implementando estrategias que promuevan la sostenibilidad y la responsabilidad ambiental.

Reputación y licencia social para operar

Las operaciones que incorporan energías renovables tienen mayor aceptación por parte de las comunidades y los gobiernos locales, facilitando su viabilidad a largo plazo. En Ecuador, el Banco Interamericano de Desarrollo ha promovido proyectos mineros y petroleros que incorporan tecnologías limpias y estrategias de mitigación ambiental para mejorar la percepción del sector.

La minería apuesta por las energías limpias

Chile, como exponente de la minería en Latinoamérica y el principal productor de cobre, con el 24% de la producción de ese mineral en 2023, ha comenzado a implementar cada vez criterios de minería sustentable integrando energías renovables, con empresas implementando contratos de compra de energía (PPA, en inglés) a largo plazo con proveedores de energía solar y eólica.

Un caso destacado es el de Atlas Renewable Energy, que firmó un contrato histórico con Codelco para suministrar 375 GWh al año durante 15 años a partir de 2026. Este acuerdo incluye un proyecto solar con sistema integrado de almacenamiento en baterías. Del mismo modo, la compañía también acordó un PPA por 450 GWh al año con el Grupo CAP, uno de los principales conglomerados mineros siderúrgicos chilenos. Este contrato contempla el desarrollo de un proyecto solar en la región de Atacama con almacenamiento en baterías.

Atlas Renewable Energy consolidó su experiencia en contratos PPA en 2015, cuando firmó un acuerdo con Minera Los Pelambres, una de las mayores minas de cobre en Chile, operada por Antofagasta Minerals. En este contrato, la empresa suministra energía limpia desde su planta solar Javiera, que genera aproximadamente 161 GWh anuales. Este precedente respalda la solidez de los nuevos acuerdos firmados, reafirmando el compromiso con la transición energética en la industria minera.

Colombia es otro de los países mineros más importantes de Latinoamérica, donde representa el 24,31% de las exportaciones nacionales y genera una parte significativa de los ingresos fiscales del país.

A pesar de su importancia económica, la minería tradicionalmente ha sido una industria intensiva en energía y con alto impacto ambiental. La tendencia hacia la sostenibilidad ha llevado a la incorporación de soluciones energéticas limpias, como el uso de paneles solares en operaciones remotas y la implementación de vehículos eléctricos para el transporte de materiales, sin embargo, las empresas cuentan con una importante oportunidad para avanzar en contratos PPA, sobre todo para asegurar precios de energía competitivos.

Las petroleras también se inclinan por las renovables

La transición hacia energías limpias ha ganado impulso en la última década, con una inversión global en energías limpias que ha aumentado un 40% desde 2020, según un reporte de la IEA. Empresas petroleras de renombre mundial están adoptando estrategias para reducir sus emisiones y diversificar sus fuentes de energía.

Empresas globales, como Shell, apuntan a reducir las emisiones netas de sus operaciones. La compañía multinacional indicó que disminuirá a la mitad su producción de gases de efecto invernadero para 2030, en comparación con 2016, objetivo que ya se ha alcanzado en torno al 60%. Para ello esta invirtiendo entre 10.000 y 15.000 millones de dólares entre 2023 y finales de 2025 en soluciones energéticas bajas en carbono.

En el plano latinoamericano, Petrobras, por su parte, anunció en su plan estratégico 2024–2028 que también apuntan a incorporar energías renovables. De su presupuesto de 102.000 millones de dólares, aproximadamente el 11% se enfoca a inversiones destinadas a proyectos de bajo carbono, donde se destaca el consumo de energía eólica y solar fotovoltaica. En Colombia, Ecopetrol, va en la misma línea. En 2021 se comprometió a alcanzar cero emisiones netas de carbono para el 2050, reduciendo sus emisiones en un 25% en 2030, en comparación con el año base de 2019. La empresa planea incorporar 1.000 MW de energía renovable no convencional en 2030.

Conclusión: Estándares, PPA y el papel del sector minero y petrolero en la transición energética

La minería y el petróleo están evolucionando hacia modelos energéticos más sostenibles. La adopción de energías renovables no solo responde a regulaciones ambientales, sino que también garantiza estabilidad operativa, reducción de costos y ventajas competitivas.

Datos clave que respaldan la transición:

  • La industria extractiva está evolucionando hacia un modelo más sostenible.
  • Las energías renovables son ahora más competitivas que los combustibles fósiles en términos de costos.
  • Las principales empresas ya han adoptado contratos PPA y estrategias de sostenibilidad, asegurando estabilidad y reducción de costos en el largo plazo.

Las empresas que actúen antes no solo cumplirán con compromisos de sostenibilidad, sino que también construirán un modelo de negocio más rentable y sostenible.


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Empresas como Bimbo, Nestlé y PepsiCo tienen claro que en la sostenibilidad está la clave para reducir costos, mejorar la competitividad y cumplir con regulaciones ambientales cada vez más exigentes. Las energías renovables son el motor de transformación del sector alimentario.

Las grandes empresas de alimentos y bebidas están acelerando su transición energética, convirtiendo la energía limpia en la piedra angular tanto de su estrategia de producción como de su agenda de sostenibilidad. Prueba de ello es que, para 2024, Mondelez International había reducido en un 37 % las emisiones de sus procesos de manufactura. En ese mismo año, el 54 % de la energía utilizada en su producción ya provenía de fuentes renovables.

Grupo Bimbo ha registrado avances comparables, reportando que el 92 % de su consumo eléctrico global proviene de fuentes renovables —principalmente solar y eólica— a finales de 2023. La compañía opera hoy con electricidad 100 % renovable en 27 de los 34 mercados en los que tiene presencia. De forma paralela, ha modernizado su flota logística con más de 5.000 vehículos de combustibles alternativos, incluidos 2.500 unidades eléctricas, como parte de su estrategia integral de reducción de carbono.

De manera similar, multinacionales como Nestlé están ejecutando hojas de ruta climáticas alineadas con los objetivos del Acuerdo de París. La compañía aspira a alcanzar electricidad 100 % renovable en todas sus operaciones de manufactura para 2025; ya había logrado un 95,3 % en 2024 y superado por adelantado su meta de reducción de GEI del 20 % fijada para 2025. Sus objetivos a futuro incluyen una reducción del 50 % de las emisiones para 2030 y la consecución de cero emisiones netas para 2050, apoyadas en iniciativas de electrificación de procesos.

PepsiCo ha establecido objetivos para reducir en un 50 % las emisiones de gases de efecto invernadero de Alcance 1 y Alcance 2 para 2030, completar la transición a electricidad 100 % renovable en sus operaciones globales para 2040 y alcanzar cero emisiones netas en toda su cadena de valor para 2050. En 2023, las fuentes renovables suministraron el 80 % de los requerimientos de electricidad directa de la compañía a nivel global, alcanzando un 100 % de energía renovable en sus plantas de manufactura en 40 países.

Este compromiso sectorial de integrar energías renovables en procesos intensivos en consumo energético —incluidos la refrigeración, el procesamiento térmico, la pasteurización, la deshidratación, la congelación y la conservación— responde tanto a imperativos ambientales (cumplimiento de los mandatos de sostenibilidad) como a una lógica económica: eficiencia en costos y mitigación de riesgos.

Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), las tecnologías de energía limpia han alcanzado niveles de competitividad en costos sin precedentes, lo que las hace especialmente atractivas desde el punto de vista estratégico para sectores intensivos en energía como el de alimentos y bebidas. En 2023, la generación solar fotovoltaica registró un costo promedio de USD 0,044 por kWh, mientras que la eólica terrestre se situó en USD 0,033 por kWh, lo que representa reducciones de costos del 90 % y 70 %, respectivamente, desde 2010.

Los contratos de compraventa de energía (Power Purchase Agreements, PPA) permiten a las corporaciones asegurar un suministro de electricidad limpia y estable bajo estructuras de precios predecibles. Este mecanismo les permite fijar costos energéticos de largo plazo, mitigar la exposición a la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles y garantizar el cumplimiento de regulaciones ambientales cada vez más estrictas, preservando al mismo tiempo sus márgenes operativos. En una industria donde las mejoras marginales en eficiencia impactan directamente la posición competitiva, estas ventajas resultan estratégicamente críticas.

Atlas Renewable Energy se sitúa entre los principales actores del sector energético en América Latina, con un portafolio de activos superior a 8,4 GW y cerca de 3 GW de capacidad operativa ya entregada en la región. Desde 2017, la compañía ha estructurado más de 6 GW en desarrollos de energía renovable, predominantemente bajo esquemas de PPA con grandes corporaciones del continente.

Respaldada por Global Infrastructure Partners y con capacidades probadas en la ejecución de proyectos de gran escala, la compañía integra innovación técnica, excelencia operativa y un compromiso inquebrantable con la sostenibilidad. Para las empresas del sector alimentario que buscan transformar su portafolio energético, Atlas ofrece una solución concreta y estable, diseñada para generar un impacto medible.

Mercados en expansión, expectativas en evolución: la energía limpia como respuesta estratégica al mercado

Esta migración corporativa hacia la energía limpia se está desarrollando en un contexto de notable expansión del mercado: se proyecta que la industria global de alimentos y bebidas crezca más de un 3 % tanto en 2025 como en 2026, hasta alcanzar USD 529,66 mil millones en 2028, lo que supone un incremento superior al 50 % frente a las cifras de referencia de 2024.

Estudios de consumo indican que este crecimiento beneficiará de forma desproporcionada a las empresas que ofrezcan productos que, al mismo tiempo, sean competitivos en precio, superiores desde el punto de vista nutricional y producidos de manera sostenible.

Un estudio de consumidores de PwC de 2024 reveló que más del 80 % de los encuestados está dispuesto a pagar un sobreprecio por productos sostenibles, con una prima promedio aceptable del 9,7 % cuando se cumplen estándares ambientales. En las categorías de alimentos, el etiquetado que resalta el uso de energía renovable o una menor huella de carbono influye cada vez más en las decisiones de compra. Según una investigación de Produce Market Guide, el 57 % de los consumidores en 2024 declaró una mayor probabilidad de elegir productos etiquetados como “climate-smart”, frente al 48 % en 2023.

Este cambio de comportamiento es particularmente marcado entre los segmentos más jóvenes. Más del 40 % de los consumidores de entre 18 y 44 años describe el conocimiento del origen de los alimentos y de su impacto ambiental como “extremadamente importante”. Además, un 26 % busca activamente marcas con programas documentados de reducción de emisiones, mientras que más del 70 % tiene en cuenta tanto la sostenibilidad del proceso productivo como el impacto ambiental del empaque al tomar decisiones de compra.

Anticipándose a esta evolución del mercado, Budweiser —propiedad de Anheuser-Busch InBev (AB InBev)— comenzó a incorporar en 2018 indicadores de producción con energía renovable en su empaquetado, en paralelo con la integración de energía limpia en sus operaciones de manufactura.

Otros líderes del sector están respondiendo a estas expectativas de los consumidores mediante una adopción integral de energías renovables. Más allá de Nestlé, Grupo Bimbo y empresas comparables, la cervecera Mahou San Miguel ha anunciado un programa de inversión de € 220 millones orientado a la sostenibilidad y la innovación en sus sistemas de producción, que incluye la construcción de una planta de biomasa en Alovera para reducir sus emisiones de CO₂.

El futuro de la industria alimentaria es sostenible

El sector de alimentos y bebidas se encuentra, al mismo tiempo, en fase de expansión y en un proceso de transformación profunda: la demanda global por productos más saludables y producidos de manera sostenible está definiendo nuevos estándares de mercado. En este contexto, la energía renovable está emergiendo como un factor estratégico de diferenciación para las corporaciones que buscan optimizar sus procesos operativos, reducir su estructura de costos y fortalecer su relevancia frente a consumidores cada vez más conscientes del impacto ambiental.

La adopción de energía limpia trasciende los gestos simbólicos de responsabilidad corporativa; representa una ventaja competitiva concreta. Desde el etiquetado que certifica el uso de energías renovables hasta la asignación de capital a infraestructura sostenible, las empresas del sector alimentario que implementan estas estrategias hoy están trazando los estándares de liderazgo en sus mercados.

Atlas Renewable Energy está acelerando esta transformación a través de soluciones energéticas diseñadas para generar un impacto medible, integrando innovación, eficiencia operativa y capacidades comprobadas de ejecución de proyectos a gran escala. En un entorno donde convergen los imperativos de sostenibilidad y los objetivos de rentabilidad, la energía renovable se consolida como el nuevo estándar de liderazgo responsable y visión estratégica.


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México ante su mayor oportunidad energética: 29 GW de capacidad renovable para 2030 y avances pioneros en almacenamiento podrían redefinir su futuro y convertirse en modelo para Latinoamérica.

México se prepara para transformar su economía en los próximos cinco años mediante el impulso de las energías renovables, con planes gubernamentales que proyectan más de USD 22.000 millones en inversiones para el sector energético. Esta estrategia busca aumentar la capacidad renovable para 2030, sumando 29 GW de energía limpia. Esto responde tanto al compromiso de reducir la dependencia de combustibles fósiles —que actualmente generan el 66,1 % de la electricidad del país— como al objetivo climático de reducir en un 35 % las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030.

Al mismo tiempo, incrementar la capacidad de generación energética se vuelve esencial para preparar la infraestructura del país ante un aumento sostenido de la demanda. Esta presión proviene de fenómenos económicos como el nearshoring, que está redefiniendo el mapa industrial de México y exige una matriz energética más robusta, limpia y competitiva para sostener su desarrollo estratégico. En este contexto, el país se posiciona en ventaja si se considera que, según IRENA, los costos nivelados de energía solar (USD 0,044/kWh) y eólica (USD 0,033/kWh) son considerablemente inferiores a los de los combustibles fósiles.

México, además posee ventajas geográficas sobresalientes para el desarrollo de energías limpias: cuenta con un potencial eólico estimado en 71.000 MW, de los cuales 11.000 MW son aprovechables con factores de planta superiores al 30 %, y una irradiación solar media diaria de 5,5 kWh/m², ubicándolo entre los países líderes a nivel global para el desarrollo de estas tecnologías.

En este contexto, explorar cómo las energías renovables pueden acompañar la expansión industrial y comercial del país no es solo una necesidad estratégica, sino una oportunidad única para posicionar a México como hub energético regional. A medida que crece la demanda, también crece el imperativo de acelerar soluciones energéticas sostenibles capaces de sostener ese desarrollo.

El impacto de la transición energética en sectores clave

Las energías renovables (solar, eólica e hidroeléctrica) proporcionan poco más del 24 % de la electricidad de México, muy por debajo del objetivo del 35 % que se propuso el país para el 2024.

Sin embargo, el Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum puso en marcha un plan cuyo objetivo es que estas fuentes de energías limpias lleguen al 45 % en 2030, de las cuales la Comisión Federal de Electricidad (CFE) generaría al menos el 54% y el 46% estaría en manos privadas, lo que impulsaría la economía del país transformando sectores estratégicos clave al reducir los costos energéticos, generar empleos y atraer inversión extranjera directa. 

Inversión en energías renovables: la base para sostener el crecimiento económico e industrial

El nearshoring —la relocalización de cadenas productivas hacia países cercanos a los mercados de consumo— ha convertido a México en un destino clave para las cadenas productivas, atrayendo inversiones y fortaleciendo su integración con mercados estratégicos.

En 2024, la inversión extranjera directa (IED) alcanzó USD 36.872 millones, impulsada por la cercanía con Estados Unidos y el acceso a tratados de libre comercio con más de 50 países. Para seguir atrayendo proyectos industriales, el país necesita garantizar la atención de la demanda energética futura en la que las energías renovables con implementación de tecnologías BESS se posicionan como la opción ideal en materia de desarrollo de un mercado competitivo, confiable y sostenible.

El crecimiento del nearshoring está elevando la demanda energética, en torno a un 2,5% anual estimado por el Programa de Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional (Prodesen), lo que hace esencial la expansión de la capacidad de generación renovable. Si este incremento no avanza al mismo ritmo, la mayor parte de la demanda podría cubrirse con gas natural importado, tal como ocurrió en 2024 donde se produjo un record, dejando a las empresas expuestas a la volatilidad de precios.

Para atender este desafío, el gobierno anunció el “Plan de Fortalecimiento y Expansión del Sistema Eléctrico Nacional 2025-2030”, que contará con una financiación pública de USD 22.000 millones distribuidos en generación, transmisión y distribución de electricidad, con un fuerte énfasis en energías renovables. Además, el sector privado desarrollará 6.400 MW adicionales en energía solar, eólica y sistemas de almacenamiento para 2030, en sinergia con la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Al consolidar su infraestructura energética, México no solo refuerza su seguridad eléctrica, sino que se posiciona como puerta de entrada a América Latina para industrias con altos estándares ambientales, alineándose con las exigencias de carbono cero de algunos mercados internacionales.

 Impacto en sectores de alto consumo energético

La transición energética renovable está llamada a transformar la competitividad de sectores estratégicos en México, como los centros de datos, la minería y la industria automotriz, todos intensivos en consumo energético y dependientes de un suministro estable para operar sin interrupciones. Según BloombergNEF, los costos de tecnologías limpias como la solar, eólica y de baterías seguirán cayendo entre un 2 % y un 11 % en 2025. Esta tendencia prolongada hacia la baja hace que la adopción de energías renovables sea cada vez más accesible para economías emergentes como las de América Latina, facilitando una transición más ágil, competitiva y financieramente viable.

Los centros de datos en México ya consumen 305 MW, pero esa demanda crecerá hasta 1.492,7 MW en cinco años, impulsada por la adopción de inteligencia artificial (IA) y la expansión digital. Las energías renovables pueden reducir sus costos eléctricos y disminuir entre 10 % y 14 % sus emisiones.

La minería, responsable de 8,5 % del PIB, consume grandes volúmenes de energía para procesos como fundición y refinación. Por ello, migrar a renovables reduciría costos y fortalecería su perfil de sostenibilidad ante inversionistas.

Del mismo modo, la industria automotriz podría ahorrar hasta 40 % en costos energéticos con el uso de fuentes renovables vinculando los sistemas de almacenamiento de energía, mejorando su competitividad global y cumpliendo normativas ambientales cada vez más estrictas.

Integrar energías renovables no es solo una decisión ambiental, es una ventaja competitiva que puede reposicionar a México como hub industrial sustentable y atractivo para la inversión extranjera. Ante este nuevo contexto de alta demanda energética, las fuentes renovables respaldadas por tecnologías de almacenamiento se consolidan como una solución confiable para garantizar suministro constante y atender los estándares de operación que exige la nueva dinámica industrial del país.

Oportunidades de reducción de costos y eficiencia operativa

La estabilidad de precios de las energías renovables representa una ventaja competitiva frente a la volatilidad de los combustibles fósiles, pero esta ventaja se consolida cuando se acompaña de tecnologías de almacenamiento (BESS). Sin soluciones de respaldo, factores como el curtailment o la intermitencia de fuentes fotovoltaicas pueden limitar su confiabilidad y mantener la necesidad de recurrir a fuentes fósiles o renovables no convencionales. 

Para empresas medianas en operación, los contratos de compraventa de energía (PPA) representan una herramienta eficaz para reducir costos operativos y asegurar estabilidad en el suministro eléctrico. Al fijar precios a largo plazo con fuentes renovables, estas empresas pueden protegerse frente a la volatilidad del mercado energético, mejorar su planeación financiera y avanzar en objetivos de sostenibilidad sin comprometer su competitividad.

La generación distribuida —entendida como la producción de energía a partir de fuentes renovables ubicada cerca del punto de consumo pero conectada a la red— se ha consolidado como una solución eficiente para grandes consumidores industriales. A través de esquemas como los contratos PPA, las empresas pueden acceder a energía limpia y competitiva generada desde plantas renovables, sin necesidad de desarrollarlas in-house. Este modelo permite reducir costos energéticos, garantizar estabilidad en el suministro y avanzar en metas de sostenibilidad sin comprometer recursos operativos propios.

Para industrias de menor escala o ubicadas en zonas no interconectadas, existen opciones como el modelo behind-the-meter (BTM), donde la energía se genera y consume en el mismo sitio. Aunque útil para ciertos casos, esta alternativa suele estar más limitada por el espacio disponible y la capacidad instalada.

En cambio, para empresas de alta demanda energética, como manufactura y centros de datos, una alternativa es conectarse a una planta de energías renovables operativa, accediendo a precios más competitivos y asegurando suministro constante sin depender de la red convencional.

Los PPA (power purchase agreements) ofrecen otra opción complementaria. Estos contratos permiten a las empresas adquirir energía renovable a largo plazo con precios estables. Según IRENA, en 2023 la energía solar y eólica llegó a ser hasta 56 % más económicas que las fuentes convencionales.

Atlas Renewable Energy se especializa en contratos PPA con suministro directo desde sus propios proyectos, integrando soluciones respaldadas por almacenamiento para garantizar energía renovable constante, confiable y a precios competitivos. 

Un ejemplo destacado es el acuerdo con Grupo CAP en Chile, que contempla 450 GWh anuales con respaldo en baterías para asegurar energía las 24 horas. Otro caso a resaltar es el contrato que la compañía celebró con ODATA para abastecer con 100 % de energía renovable certificada (I-REC) sus centros de datos en Chile. Este sector, impulsado por IA y la nube, es uno de los de mayor crecimiento en Latinoamérica, y esta alianza posiciona a Chile como hub tecnológico con energía limpia.

Además, con el sistema BESS del Desierto, inaugurado recientemente en Chile, Atlas dio un paso clave al poner en marcha el primer sistema de almacenamiento stand-alone a gran escala en Latinoamérica. Ubicado en la Región de Antofagasta, este sistema posee una capacidad instalada de 200 MW y puede almacenar hasta 800 MWh, lo que permite reinyectar cerca de 280 GWh anuales al sistema eléctrico nacional. Su tecnología permite operar de forma autónoma, almacenando energía solar en horas de alta generación y liberándola en momentos de mayor demanda, fortaleciendo la estabilidad de la red eléctrica y posicionando a Chile como referente regional en innovación energética.

Energías renovables: proyecciones que impulsarán puestos de empleo

La transición energética en América Latina fortalece la seguridad energética e impulsa el crecimiento del empleo. En 2023, más de 2 millones de puestos de trabajo fueron generados en la región, con Brasil y México a la vanguardia. A nivel global, el sector de las energías renovables empleó a 16,2 millones de personas, y se espera que estas cifras sigan en ascenso hacia 2030 con la meta de triplicar la capacidad renovable, según IRENA.

Ante este panorama, México tiene una oportunidad única. Un estudio del Global Green Growth Institute (GGGI) sobre el empleo en el sector de energías renovables señala que para 2030 México generaría más de 600.000 años de trabajo (job-years).

Considerando que ahora el Gobierno de México se ha puesto un objetivo de casi duplicar su capacidad de generación, pasando del 25 % en 2024 al 45 % para 2030, se proyecta una expansión del mercado laboral en áreas clave como instalación, mantenimiento y manufactura de tecnologías limpias. 

La formación de talento será un factor crucial para sostener este crecimiento al igual que el fomento de la inversión privada. Desde su fundación en 2017 y con una base de activos de más de 8,4 GW en proyectos de energías renovables, Atlas Renewable Energy ha  generado miles de puestos de empleo en Latinoamérica y está liderando este cambio con iniciativas que generan empleo y fortalecen lazos con las comunidades locales.

Por otra parte, con su programa “Somos parte de la misma energía”, Atlas Renewable Energy ha capacitado a más de 1.500 mujeres en América Latina, fomentando la participación femenina en la industria.

La transformación energética es un motor de desarrollo sostenible, y con inversiones estratégicas en formación y tecnología, América Latina está posicionada para convertirse en un referente global en energías renovables y empleabilidad.

El papel del marco regulatorio y político en la transición energética

Las políticas públicas y el marco legal actualizado en México están desempeñando un rol clave en la aceleración de la transición energética y en la atracción de inversión privada en proyectos renovables. Desde marzo de 2025, el país cuenta con un nuevo andamiaje normativo que moderniza el funcionamiento del sistema eléctrico y habilita nuevas oportunidades de desarrollo.

Entre los avances más relevantes, se destaca la entrada en vigor de la Ley del Sector Eléctrico (LESE), que reemplaza a la anterior Ley de la Industria Eléctrica de 2014. Esta nueva legislación redefine la participación público-privada en la generación de energía: el Estado, a través de la CFE, debe garantizar al menos el 54 % del suministro, pero se habilita al sector privado a cubrir el 46 % restante, abriendo el camino a nuevas inversiones en generación renovable.

En paralelo, la Ley de Planeación y Transición Energética refuerza el compromiso del país con una matriz más limpia, estableciendo metas claras de participación renovable y alineando las políticas nacionales con los compromisos climáticos internacionales.

Para facilitar el desarrollo de nuevos proyectos, se han implementado permisos diferenciados según la escala de generación. Los proyectos de menos de 20 MW acceden a procedimientos simplificados, promoviendo así la expansión de iniciativas de generación distribuida y mediana escala. Además, se mantiene el esquema de Certificados de Energía Limpia (CELs), que obliga a grandes consumidores a incorporar energía renovable, generando una demanda estructural para proyectos limpios.

En cuanto a la planificación, la Secretaría de Energía publicará anualmente el Plan de Desarrollo del Sector Eléctrico, que definirá las prioridades en generación y transmisión, con foco en tecnologías renovables. El primer documento de esta nueva etapa está previsto para antes del 18 de marzo de 2026 y será la hoja de ruta oficial para orientar el crecimiento de la infraestructura energética nacional.

Finalmente, se mantienen incentivos fiscales clave como la deducción del 100 % del costo de instalación de sistemas solares en la declaración fiscal anual, así como una tasa de depreciación acelerada del 100 % en el primer año. También se promueve la comercialización de excedentes energéticos, lo que fortalece la viabilidad económica de los proyectos renovables.

Este nuevo entorno normativo no solo proporciona certeza jurídica para los inversores, sino que también posiciona a México en un lugar estratégico para liderar la transición energética en América Latina, combinando política pública, incentivos fiscales y una hoja de ruta clara hacia una matriz más limpia, resiliente y competitiva.

México ante la oportunidad de una nueva era energética: inversión, empleo y competitividad

México se encuentra en un punto de inflexión en su modelo energético. La apuesta por USD 48.000 millones en inversión renovable y la meta de 29 GW adicionales al 2030 no solo contribuirán al cumplimiento de compromisos climáticos, sino que fortalecerán sectores estratégicos.

La expansión de las energías renovables reducirá costos energéticos, impulsará la competitividad industrial y generará miles de empleos en instalación, mantenimiento y desarrollo tecnológico. El impacto será aún mayor con la consolidación del nearshoring, ya que garantizar energía limpia y estable será clave para atraer inversión extranjera y fortalecer la manufactura.

El marco de regulación y los incentivos fiscales jugarán un papel determinante para que esta transformación sea sostenible y competitiva. De concretar su estrategia, México tiene el potencial de convertirse en un hub regional de energía renovable, asegurando crecimiento económico, independencia energética y desarrollo sostenible. Para conocer más sobre cómo nuestros proyectos están transformando el abastecimiento energético de las grandes industrias en América Latina, consultá nuestros comunicados de prensa aquí: https://es.atlasrenewableenergy.com/noticias/


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Este artículo fue creado en colaboración con Castleberry Media. En Castleberry Media, estamos dedicados a la sostenibilidad ambiental. Al comprar certificados de carbono para la plantación de árboles, combatimos activamente la deforestación y compensamos nuestras emisiones de CO₂ tres veces más.