El ecosistema que hace posible una transición energética exitosa en Latinoamérica

,

Latinoamérica ya genera cerca del 70% de su electricidad con fuentes renovables. Pero para sostener y superar ese nivel hacia 2030, necesita una infraestructura capaz de integrar energía limpia, redes modernas y almacenamiento de forma coordinada.

La transición energética en Latinoamérica avanza a paso firme.

Los números lo confirman: en 2024 la región instaló más de 23 GW de nueva capacidad renovable, y más del 80% de esa cifra provino de proyectos de energía solar fotovoltaica, según la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA). Esta cifra representa uno de los mayores crecimientos anuales registrados en la región y la consolida como un actor clave en la expansión solar a nivel global.

El cambio está en marcha, pero para que tenga éxito a largo plazo hace falta más que sumar megavatios de fuentes renovables. El desafío ahora es construir la infraestructura capaz de sostener y aprovechar esta nueva ola de energía limpia.

Según datos de IRENA y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para aprovechar plenamente el potencial de la generación renovable es fundamental realizar inversiones estratégicas en redes eléctricas, almacenamiento y modernización operativa. Sin estas inversiones la integración de energías renovables podría enfrentar importantes cuellos de botella que limitarían su capacidad efectiva y ralentizarían la transición energética.

Para evitar estas limitaciones y maximizar el uso de energías limpias, se estima que las inversiones globales en infraestructura energética deben aumentar significativamente, pasando de USD 1,77 billones en 2023 a un promedio anual de USD 4,8 billones entre 2024 y 2030, según la Agencia Internacional de Energía (AIE) y BloombergNEF.

Esto significa contar con redes eléctricas robustas e inteligentes, sistemas de almacenamiento a gran escala y soluciones innovadoras que aseguren un suministro estable y permitan un crecimiento sostenido de la matriz energética sobre bases sólidas.

Cada uno de estos componentes es vital: juntos forman la columna vertebral de una transición energética exitosa, garantizando que el crecimiento de las renovables se traduzca en energía limpia, confiable y accesible para la región.

Infraestructura: componentes que hacen posible la transición energética 

La transición energética requiere de seis elementos clave que trabajen en conjunto: redes eléctricas modernas, almacenamiento confiable, gestión digital, regulaciones claras con señales de inversión a largo plazo, cadenas de suministro sólidas y talento humano calificado.

Cada uno cumple un rol esencial. La red transporta, el almacenamiento estabiliza, la gestión digital optimiza, la regulación habilita, la cadena de suministro conecta y el talento ejecuta.

Explorar cómo funcionan —y por qué importan— permite entender qué hace posible una transición energética real y duradera en Latinoamérica.

Capacidad de red

  • ¿Por qué expandir la capacidad de red es clave para avanzar con más renovables?

La red eléctrica es el sistema circulatorio de toda transición energética. A medida que los proyectos de energía renovable crecen en escala y número, contar con una infraestructura capaz de trasladar esa energía hasta el consumidor final se vuelve una prioridad. Si la red no acompaña ese crecimiento, se limita el impacto de la inversión renovable.

En países como Brasil, la rápida expansión de la generación solar y eólica ha generado desafíos puntuales: en algunas zonas, las líneas de transmisión existentes operan cerca de su límite. Esto complica la conexión de nuevos proyectos, encarece los tiempos de desarrollo y reduce la eficiencia del sistema.

Colombia y Chile también han incrementado significativamente su gasto en redes en los últimos años, conscientes de que ampliar y modernizar esta infraestructura es un paso necesario para sostener el ritmo de adopción renovable.

En 2024, por ejemplo, la inversión global en redes se proyectó en USD 400 billones, según la Agencia Internacional de Energía. En Latinoamérica, ese crecimiento ya se siente. Desde 2021, la inversión regional casi se duplicó, con avances destacados en transmisión y distribución en los países líderes en energías limpias.

Además, soluciones behind-the-meter —como la instalación de generación y almacenamiento en sitio por parte de empresas o usuarios industriales— están ganando terreno como alternativa o complemento. Estas soluciones permiten reducir la presión sobre la red, acelerar la adopción de renovables y brindar mayor autonomía energética a sectores productivos clave.

  • ¿Qué tan preparada está Latinoamérica en tecnología de redes para una transición energética moderna?

Modernizar la red eléctrica no solo se trata de tender más cables; también implica dotarla de inteligencia. Las redes inteligentes, apoyadas en tecnologías de internet de las cosas (IoT), permiten integrar mejor fuentes intermitentes como la solar y la eólica, equilibrar la oferta y la demanda en tiempo real y responder con agilidad ante eventos inesperados.

Este tipo de redes se apoya en automatización, sensores, software de gestión y análisis de datos que permiten visualizar y operar el sistema eléctrico con precisión. ¿El resultado? Mayor eficiencia, menor vulnerabilidad y más control.

En Latinoamérica, todavía hay mucho margen de mejora. Según OLADE, las pérdidas eléctricas alcanzan el 15% de la oferta anual en la región. Reducir esa pérdida es una oportunidad para hacer más eficiente todo el sistema mediante la adopción de nuevas tecnologías.

Los medidores inteligentes y la gestión activa de cargas, por ejemplo, permiten detectar fugas de energía, sobrecargas o usos irregulares en tiempo real. Además, mejoran el aprovechamiento de la infraestructura instalada y ayudan a priorizar inversiones donde más se necesitan.

 Almacenamiento energético

  • ¿Por qué el almacenamiento energético marca la diferencia en la integración renovable?

Las fuentes renovables como el sol o el viento no están disponibles todo el tiempo. Por eso, el almacenamiento de energía se ha convertido en uno de los pilares técnicos más relevantes de la transición. Las baterías de ion-litio permiten guardar el excedente de generación durante las horas pico para liberarlo cuando baja la producción, estabilizando el sistema y garantizando continuidad.

El crecimiento del mercado global confirma la importancia que tiene este componente para la transición energética. En 2024 se instalaron 69 GW / 169 GWh de sistemas de almacenamiento en baterías (BESS), lo que representa un incremento interanual del 55%, según el informe anual de la Fundación Volta.

Solo en ese año, las nuevas instalaciones aportaron más del 45% de la capacidad acumulada global de almacenamiento energético. Hoy, el total acumulado alcanza los 160 GW / 363 GWh, y el 98% de esa capacidad corresponde a baterías de ion-litio.

Este crecimiento no solo responde a la necesidad técnica de estabilizar redes. También tiene un efecto económico: al permitir que las renovables operen de forma continua y predecible, el almacenamiento reduce su costo nivelado (LCOE) y acelera su adopción. Así, se genera un ciclo virtuoso: más almacenamiento hace más viables las renovables, y eso impulsa nuevas inversiones en tecnologías limpias.

Aunque la expansión está liderada por China y EE. UU., Latinoamérica también empieza a avanzar, aunque a menor ritmo. La penetración de BESS en la región es creciente, con Chile como líder y un aumento del 42% en instalaciones durante 2024, según un informe de Wood Mackenzie. Aun así, representa una fracción pequeña del total de capacidad energética, lo que evidencia un fuerte potencial de expansión hacia 2025 y más allá. Un ejemplo destacado es el proyecto BESS del Desierto, desarrollado por Atlas Renewable Energy en Chile: 200 MW de potencia y 800 MWh de capacidad, con un financiamiento de USD 289 millones. Este sistema es uno de los más grandes de Latinoamérica y muestra cómo el almacenamiento a gran escala permite capturar la energía del sol durante el día y usarla en la noche, dando continuidad y eficiencia a la energía renovable.

  • ¿Cómo contribuye el almacenamiento a la resiliencia del sistema eléctrico en Latinoamérica?

Más allá de la integración renovable, el almacenamiento fortalece la resiliencia energética frente a eventos climáticos extremos. En una región donde la generación hidroeléctrica tiene un peso estructural, la sequía es una amenaza directa al suministro.

Brasil lo vivió en 2021 con su peor sequía en un siglo, que redujo drásticamente la capacidad de sus embalses y desató una crisis energética. En 2024, Colombia también enfrentó niveles críticos en sus hidroeléctricas por la falta de lluvias. En escenarios así, contar con baterías permite cubrir déficits temporales y evitar racionamientos.

Además, el almacenamiento aporta seguridad frente a la volatilidad en la demanda. La energía de BESS del Desierto, por ejemplo, se utilizará para alimentar infraestructura de transporte eléctrico, lo que ayudará tanto a cubrir picos de consumo como a impulsar la descarbonización del sector movilidad en la región.

A medida que sectores como la industria y el transporte eléctrico aumentan su consumo, disponer de energía acumulada permite responder con rapidez y confiabilidad.

El reto ahora es cerrar una brecha de inversión significativa. Aunque la IEA proyectó que el mercado global superaría los USD 50.000 millones en inversión en almacenamiento en 2024, los países emergentes—incluyendo los de Latinoamérica— aún invierten muy poco: apenas un centavo por cada dólar que destinan las economías avanzadas.

Superar esa disparidad requiere políticas activas, incentivos financieros e innovación en modelos de negocio.

 Tecnología operativa

  • ¿Por qué los sistemas de gestión avanzados son esenciales para integrar más renovables?

A medida que las redes eléctricas incorporan una creciente cantidad de fuentes renovables distribuidas, la operación eficiente y segura del sistema depende cada vez más de una infraestructura tecnológica inteligente.

Los sistemas SCADA modernos, sensores inteligentes y algoritmos de inteligencia artificial permiten monitorear y ajustar la operación de la red segundo a segundo, anticipando variaciones en la generación y la demanda.

Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), la digitalización de las redes eléctricas es esencial para integrar altos niveles de energías renovables y mantener la estabilidad del sistema.

Además, la flexibilidad operativa que brindan estas tecnologías permite responder con rapidez a eventos imprevistos, evitar sobrecargas y optimizar el uso de la infraestructura existente, aumentando la eficiencia general del sistema eléctrico.

  • ¿Cómo fortalece la infraestructura digital el rol de las empresas en la transición energética?

La digitalización es mucho más que eficiencia operativa. También se ha convertido en un componente estructural de la infraestructura energética moderna. Mediante sensores, software especializado y análisis de datos en tiempo real, permite gestionar la energía de forma más flexible, segura y descentralizada.

Los medidores inteligentes y los sistemas de gestión de demanda brindan a las empresas la capacidad de adaptar su consumo en función de la disponibilidad de renovables, reduciendo costos y aplanando picos de demanda. En sectores electrointensivos, esta capacidad es clave para mantener la competitividad sin comprometer la sostenibilidad.

Ya hay ejemplos en marcha en varios países de la región: tarifas dinámicas, programas de respuesta a la demanda y automatización de cargas están empezando a transformar la relación entre consumo y generación. Esta bidireccionalidad convierte a los grandes consumidores en actores activos del sistema eléctrico, capaces de contribuir con flexibilidad y estabilidad.

Además, la digitalización facilita el despliegue de tecnologías emergentes como microrredes en zonas industriales o flotas de vehículos eléctricos con capacidad de inyección a la red (vehicle-to-grid). Todo esto requiere plataformas digitales robustas, inversiones en infraestructura de datos y capacidades técnicas alineadas con esta nueva dinámica.

Empresas como Atlas Renewable Energy también están aprovechando la digitalización para optimizar sus proyectos. Desarrollos como Estepa, combinan hardware de última generación (como paneles bifaciales y almacenamiento) con sistemas inteligentes que permiten una gestión dinámica de la energía, mejorando la eficiencia operativa y facilitando la integración renovable en tiempo real.

Regulaciones

  • ¿Por qué las inversiones en renovables necesitan un marco regulatorio claro?

La transición energética solo avanza con reglas claras. Las inversiones en generación limpia, redes y almacenamiento —en gran parte provenientes del sector privado— dependen de permisos definidos, acceso transparente a la red, mecanismos de remuneración estables y lo más importante, regulaciones que den señales de inversión a largo plazo.

Contar con metas nacionales respaldadas por la ley da señales claras a largo plazo. Chile, por ejemplo, busca que el 70% de su matriz provenga de fuentes renovables al 2030 y alcanzar la neutralidad en carbono al 2050. Colombia apunta a reducir en un 51% sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) al 2030 y ser neutral en carbono en 2050. Estos objetivos envían una señal directa a los inversionistas sobre la seriedad y el compromiso de ambos países.

Además, políticas concretas como subastas competitivas, tarifas de alimentación o contratos de compraventa de energía (PPA) han demostrado ser efectivas para dinamizar el mercado.

Las subastas públicas han permitido reducir el costo de la energía renovable gracias a la competencia, mientras que las tarifas de alimentación aseguran precios fijos que dan viabilidad financiera a proyectos pequeños o en zonas no interconectadas. Los PPA, por su parte, han facilitado el ingreso de grandes consumidores al mercado, reduciendo su exposición a la volatilidad de precios y favoreciendo inversiones de largo plazo.

Durante la última década, estos mecanismos ayudaron a bajar costos y atraer empresas en toda la región. Hoy, muchos mercados evolucionan hacia esquemas más flexibles —como contratos bilaterales— que también requieren marcos legales robustos.

Por ejemplo, en 2025 México aprobó una ley que limita a los generadores privados al 46% del mercado para fortalecer el papel del Estado. Al mismo tiempo, incluyó reglas más claras para dar estabilidad legal. Este tipo de reformas muestran cómo las leyes pueden influir en la confianza de las empresas y en la velocidad con la que avanza la transición energética.

Además, la hibridación, que combina generación solar con almacenamiento, lleva la infraestructura un paso más allá.

Proyectos como Estepa (Chile), que une 215 MW fotovoltaicos con 418 MW de almacenamiento para garantizar suministro continuo, o Draco (Brasil), un complejo solar que integra generación y conexión robusta a la red mediante subestación y línea de transmisión, son ejemplos clave de sistemas híbridos. Estas soluciones ofrecen energía renovable estable y continua.

 Cadena de suministro

  • ¿Por qué una cadena de suministro confiable es clave para acelerar la transición energética?

La transición energética necesita equipos listos, materiales disponibles y logística que funcione. Desde paneles solares hasta baterías o turbinas, todo depende de una cadena de suministro que responda con agilidad.

Los últimos años dejaron claro cuán vulnerable puede ser el sistema. La pandemia, los conflictos geopolíticos y la escasez de semiconductores generaron cuellos de botella, demoras e incrementos de costos en tecnologías limpias. A partir de 2023, parte de esa presión comenzó a ceder: los precios de los paneles solares bajaron cerca de un 30% y también retrocedieron los de minerales clave como el litio o el cobalto.

Sin embargo, persisten riesgos estructurales. Hoy, gran parte de la fabricación de tecnologías limpias está concentrada en pocas regiones. Asia domina la producción de paneles y baterías, y eso deja a otros mercados expuestos a interrupciones o tensiones comerciales.

Por eso, varios países están tomando medidas: buscan atraer fábricas y fortalecer la manufactura local para reducir la dependencia. Al mismo tiempo, expertos advierten que no se trata de romper cadenas globales, sino de diversificar fuentes y asegurar inventarios estratégicos. La resiliencia no es aislarse, es prepararse para responder rápido.

  • ¿Cómo fortalece la cadena de suministro regional la infraestructura para la transición energética?

Latinoamérica no es solo consumidora de tecnologías limpias. También puede ser proveedora clave de recursos, procesamiento y manufactura para la transición energética global.

Chile, Argentina y Perú concentran grandes reservas de litio y cobre, minerales críticos para baterías, motores eléctricos y redes. Brasil ya cuenta con ensambladoras de aerogeneradores y fabricantes solares, y México tiene la capacidad industrial para integrarse a las cadenas norteamericanas con vehículos eléctricos o paneles.

La región tiene la oportunidad de agregar valor y no solo exportar materias primas. Desarrollar industria local —procesamiento, fabricación de componentes, ensamblaje— puede reducir la dependencia externa, crear empleo y generar encadenamientos productivos que refuercen la infraestructura energética de forma integral.

Pero aprovechar ese rol requiere más que recursos. Hace falta infraestructura logística: puertos, rutas, talleres especializados, además de políticas que atraigan inversión industrial y acompañen el crecimiento con estándares técnicos y ambientales claros.

Por otra parte, Latinoamérica puede liderar en otro frente: el de la sostenibilidad de la cadena de suministro. La región tiene la posibilidad de posicionarse como un referente en minería responsable, con estándares sociales y ambientales sólidos, y avanzar hacia una economía circular que recicle baterías, paneles y otros equipos al final de su vida útil.

Talento humano

  • ¿Por qué el talento humano es un pilar estratégico en la transición energética?

La transición energética también depende de personas preparadas para implementarla. Sin instaladores, técnicos, ingenieros y operadores capacitados, no hay paneles ni turbinas que funcionen, ni redes que se gestionen.

Hoy ya existe una brecha de habilidades: faltan instaladores certificados, ingenieros con experiencia en energía renovable y personal técnico especializado. Esto frena proyectos y retrasa metas.

Pero también hay una gran oportunidad. Solo en 2023, los empleos en energías renovables crecieron 18% a nivel mundial, alcanzando los 16,2 millones, según IRENA.  Latinoamérica ya empieza a destacarse: Brasil, por ejemplo, suma más de 1,5 millones de empleos verdes.

Lo más importante es formar talento local. Hace falta capacitar técnicos en instalación solar, actualizar carreras universitarias con temas como redes inteligentes y baterías, y ofrecer opciones para que quienes vienen de otros sectores puedan reconvertirse.

  • ¿Cómo puede Latinoamérica cerrar la brecha de talento en energías limpias?

La región tiene el potencial humano, pero necesita mecanismos concretos de formación y capacitación. Hay que escalar esfuerzos, alinear a empresas, gobiernos y centros educativos, e invertir en programas que conecten a las personas con los nuevos empleos en la industria.

Un buen ejemplo es la iniciativa We Are Part of the Same Energy, impulsada por Atlas Renewable Energy, que ofrece capacitación técnica a comunidades locales, uniendo inclusión con desarrollo energético. Estos programas no solo enseñan, también generan empleo y fortalecen el orgullo en la comunidad.

También es clave abrir más espacios para mujeres en el sector y fomentar la formación continua, porque las tecnologías avanzan rápido y estar al día ya no es opcional.

La transición energética solo será justa y exitosa si viene acompañada de una transformación en el empleo. Contar con talento capacitado no es un valor agregado, es lo que garantiza que los parques solares operen, que las redes funcionen y que la región avance hacia un futuro energético sostenible.

Infraestructura con propósito: el motor detrás de la transición energética

La transición energética en Latinoamérica no depende solo de sumar capacidad renovable. También depende de construir una infraestructura sólida, integrada y con visión de largo plazo.

Redes modernas, almacenamiento confiable, sistemas digitales, marcos regulatorios estables, cadenas de suministro estratégicas y talento calificado no son piezas aisladas: forman un ecosistema que permite avanzar con resiliencia y propósito.

Colombia, México, Chile y Brasil ya muestran que es posible combinar recursos naturales con decisiones estratégicas. En este camino, actores como Atlas Renewable Energy aportan experiencia, innovación y colaboración directa con gobiernos y comunidades.

El reto está claro, también la oportunidad. Si se integran bien estos elementos, la región no solo avanzará en la transición energética, sino que lo hará con resiliencia, propósito y liderazgo.


En Atlas Renewable Energy contamos con un canal de WhatsApp listo para ayudarte. A través de él, puedes obtener respuestas rápidas a tus preguntas. ¡Contáctanos y descubre lo fácil que es conectar con nosotros!


Este artículo fue creado en colaboración con Castleberry Media. En Castleberry Media, estamos dedicados a la sostenibilidad ambiental. Al comprar certificados de carbono para la plantación de árboles, combatimos activamente la deforestación y compensamos nuestras emisiones de CO₂ tres veces más.